Incluso hoy, ser cristiano es una opción arriesgada en ciertas zonas del mundo.
Durante la Cuaresma, que abarca desde el Carnaval hasta la Pascua, los cristianos reflexionan sobre la Resurrección de Jesucristo, considerada la mayor fiesta cristiana. Este periodo nos recuerda la victoria sobre la muerte y la manifestación de Jesús como Hijo de Dios. La imagen que se recuerda a menudo es la de los agotadores días en que Jesús estuvo en el desierto, donde respondió a las tentaciones del diablo y más tarde sufrió la Pasión en los últimos días de su vida. Esto le condujo finalmente a la muerte en la cruz.
Por desgracia, todo esto es lo que concretamente siguen experimentando muchos cristianos en todo el mundo, obligados a soportar acosos, secuestros, detenciones y asesinatos. Desde este punto de vista, 2023 es un año «récord», ya que uno de cada siete cristianos sufrió malos tratos de todo tipo, según el informe elaborado por la «Asociación Puertas Abiertas».
Para empezar, podemos observar que los actos de violencia contra los cristianos se concentran predominantemente en el mundo árabe. Yemen, Pakistán, Irán, Afganistán, Siria y Arabia Saudí se encuentran entre los países que denuncian el mayor número de agresiones físicas o psicológicas contra personas que se identifican como seguidores de la fe cristiana.
No menos importantes son varios países africanos, como Somalia, Libia, Eritrea, Nigeria y Sudán: los tres primeros son países con un pasado colonial italiano, pero que no parece una motivación suficiente para dar pie a la persecución de los cristianos, mientras que para En Nigeria, la presencia de Boko Haram en el norte del país, de mayoría musulmana, repercutirá probablemente con atentados y secuestros en el centro-sur, donde la mayoría es cristiana con una fuerte presencia católica (en torno al 25% de la población total nigeriana). Precisamente en Nigeria, en 2023, fueron asesinados 4.100 cristianos por motivos religiosos, casi la totalidad, dado que en el mundo fueron asesinados 4.998 cristianos.
Otros países donde la persecución anticristiana es fuerte son aquellos con un fuerte empuje ideológico comunista: China y Corea del Norte están a la cabeza, con el régimen de Kim Jong-un a la cabeza de esta triste clasificación. Sin embargo, China sigue siendo un Estado especialmente duro con los cristianos, teniendo en cuenta la destrucción de 10.000 lugares de culto y bienes públicos cristianos.
Sin embargo, la zona más afectada por la persecución es el África subsahariana, donde las desestabilizaciones políticas tienen importantes repercusiones sociales: con la aparición de grupos yihadistas de orientación antioccidental, las primeras víctimas son inevitablemente los cristianos, que retroceden así en éxodos verdaderamente dramáticos. Según las estimaciones, en esa zona hay 16 millones de cristianos que viven como desplazados y refugiados.
Pero el problema para los cristianos no sólo está en África y Asia: una situación muy compleja es la de Nicaragua, un Estado cuyo Presidente es Daniel Ortega. Ortega es Presidente desde 2007 y procede del Frente Sandinista de Liberación Nacional, una formación política y paramilitar que recuerda la experiencia política e ideológica de Augusto César Sandino, que dirigió operaciones guerrilleras contra la presencia militar estadounidense en los años treinta.
Los sandinistas, de ideología comunista y antioccidental, chocaron con la comunidad cristiana, que se oponía al ateísmo propugnado por los marxistas. Como resultado, Ortega, el líder de los sandinistas, declaró la «guerra» a la Iglesia. El obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, fue detenido y condenado a 26 años de prisión acusado de conspirar contra el régimen de Ortega. Otros obispos y prelados que se atrevieron a criticar a los sandinistas sufrieron consecuencias similares. Tras permanecer 528 días en prisión, Álvarez y otros 18 clérigos fueron expulsados de Nicaragua y enviados al exilio en Roma. Aunque encontraron la libertad, perdieron su país.
La situación actual es bastante alarmante y exige nuestra atención inmediata. Puede parecer un problema del pasado, pero sigue estando presente en nuestra sociedad. No se trata sólo de una cuestión religiosa, sino de una preocupación para toda la humanidad, ya que también afecta a instituciones como escuelas y hospitales, cruciales para el desarrollo de todo país.