La crisis energética parece haber llegado a su fin, ya que los países europeos han obtenido una victoria en la batalla por reducir la dependencia del gas ruso. A pesar de los temores expresados por los escépticos, las instalaciones de almacenamiento de gas natural de los países de la UE están ya llenas en más de un 80%, suficiente para aguantar lo que queda de invierno. Pero la lucha de los Estados miembros por lograr una mayor independencia energética frente a las importaciones de terceros países y la deforestación aún no ha terminado. El impacto del cambio climático, cada vez más acusado en los últimos años, unido a las consecuencias energéticas inmediatas de la guerra de Ucrania, ha presionado a los organismos europeos, que en los dos últimos años han logrado presentar planes de acción concretos y un paquete legislativo coherente para apoyar la política ecológica europea. Uno de sus puntos clave es la adopción generalizada de fuentes de energía renovables y, en particular, la sustitución del gas metano por biometano e hidrógeno. Las ambiciones de la Unión Europea de aumentar la producción de biometano en las próximas décadas, respaldadas por asociaciones de empresas europeas de biometano, hablan de una producción de 35.000 millones de metros cúbicos de biometano para 2030. Es bien sabido que en la UE sólo se producen actualmente 3.000 millones de metros cúbicos de biometano. Aumentar esta cifra a 35.000 millones de metros cúbicos, es decir, diez veces la producción actual, requiere no sólo más materia prima, sino también la construcción de unas 5.000 nuevas plantas de biometano, según los expertos. En cuanto al hidrógeno, su producción está aún menos desarrollada que la del biometano en Europa actualmente.
El plan REPowerEU, lanzado por la Comisión Europea a principios de 2022, se adoptó después de que el Consejo y el Parlamento lo acordaran rápidamente, en pocos meses, y se complementó/concentró en pocos meses el año pasado con el paquete legislativo Fit for 55. Con ellas se pretende contribuir a la consecución de los ambiciosos objetivos climáticos de Europa, pero también garantizar la seguridad e independencia energéticas de la UE a largo plazo. Ahorrar energía, diversificar las fuentes y producir energía limpia para reducir la dependencia de las importaciones de combustibles fósiles -en particular gas natural ruso- son algunos de los objetivos de REPowerEU, que ofrece una visión de futuro para todo el sector energético europeo. Para lograr estos objetivos, el Parlamento Europeo y el Consejo han alcanzado un acuerdo político sobre la financiación de REPowerEU, que permite a los Estados miembros incluir medidas específicas de REPowerEU en sus planes de recuperación y resistencia. Para ello, los Estados miembros disponen de un generoso fondo de 20.000 millones de euros, procedentes del presupuesto de la política de cohesión de la UE, el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, el Mecanismo «Conectar Europa», el Fondo de Innovación, financiación nacional y europea, inversión privada y el Banco Europeo de Inversiones.
Rumanía: dinero del PNER para rehabilitación térmica de edificios, no para desarrollo de infraestructuras de energía verde
Rumanía recibe del Fondo 1 400 millones de euros en subvenciones a fondo perdido. El plan REPower EU de Rumanía, integrado en el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, que el Gobierno de Bucarest aún debe recibir la aprobación de la Comisión Europea, sólo incluye proyectos de rehabilitación energética de edificios, que es otro componente del plan europeo. En otras palabras, el Gobierno de Bucarest no tiene previsto invertir -al menos hasta 2026, cuando se supone que finalizará los proyectos financiados por el PNRR- ni un solo euro en la creación y el desarrollo de las infraestructuras necesarias para producir energía «verde».
El paquete Fit for 55, que respalda los ambiciosos objetivos de reducir las emisiones al menos un 55% de aquí a 2030 (en comparación con los niveles de 1990) y lograr la neutralidad de CO2 de aquí a 2050, adoptado como complemento de REPowerEU a finales del año pasado, establece normas comunes para los mercados interiores del gas renovable, el gas natural y el hidrógeno. Estas normas crean el marco legislativo necesario para organizar la transición del sector del gas hacia los gases renovables y bajos en carbono, en particular el biometano y el hidrógeno. El «Fit for 55» establece el marco regulador de la infraestructura y los mercados del hidrógeno y prevé la creación de una entidad europea separada para los gestores de redes de hidrógeno, distinta de la de los transportistas de gas. Como planteamiento general, la mezcla de hidrógeno en el sistema de gas natural se ha fijado dentro de un límite del 2% en volumen para garantizar una calidad armonizada del gas.
Sin embargo, para que la producción de hidrógeno y biometano sustituya con éxito a las importaciones de gas y acabe sustituyendo al gas, los países europeos tendrán que realizar importantes inversiones. El biometano -que se obtiene purificando el biogás- ya se utiliza desde hace varios años, principalmente como combustible en grandes explotaciones. En Alemania, por ejemplo, país que ha desarrollado este sector, el biometano cubre el 1% de la demanda de gas, pero sólo una pequeña parte de la cantidad producida se vierte a la red.
Aunque actualmente la producción de biogás sólo es eficiente en grandes explotaciones, en el futuro, con la inversión en tecnología de producción, este nuevo campo biotecnológico aportará otros beneficios además de la producción de biometano. El digestato -el material procedente de los digestores de gas- podrá sustituir a gran escala a los abonos sintéticos, cada vez más caros y perjudiciales para el medio ambiente.