Los esfuerzos de la Unión Europea, más intensos que nunca, por aliviar las tensiones entre Serbia y Kosovo parecen estar resultando contraproducentes. El ultimátum de Bruselas a Belgrado y Pristina en enero ha envalentonado aún más a ambas partes, que parecen incapaces de encontrar un terreno común. La decisión del gobierno kosovar de prohibir a partir del 1 de febrero la circulación del dinar serbio en la región septentrional, que alberga una importante comunidad serbia, les ha sacado a la calle. Las protestas serbias en Mitrovica se producen tras los incidentes del verano pasado, cuando los serbios sabotearon las elecciones de Pristina pocos días después del anuncio de un acuerdo entre Kosovo y Serbia mediado por la UE. A pesar de las amenazas de retirar el apoyo militar y económico, ninguna de las partes ha dado indicios de que vaya a aceptar negociar una solución de compromiso tan necesaria, ya que ambos países aspiran a ingresar en la UE. Más allá de las inquietudes que estas nuevas tensiones, que se reavivan entre los dos países de los Balcanes Occidentales, suscitan en Europa, la prisa de la UE por «normalizar» la situación de la provincia autoproclamada independiente, aún no reconocida por todos los Estados miembros, podría interpretarse también en el contexto de la guerra ruso-ucraniana y su esperado final. En primer lugar, la tradicional relación de Belgrado con Moscú no se ha enfriado mucho desde el comienzo de la guerra, a pesar de las declaraciones oficiales de las autoridades serbias apoyando la postura de Occidente. Tampoco es deseable que Rusia invoque el precedente de Kosovo, uno de los argumentos esgrimidos por Rumanía para no reconocer la independencia de esta antigua provincia serbia. La UE ya ha abierto negociaciones de adhesión con Serbia y ha firmado un acuerdo de asociación con Kosovo, pero no puede completar estos pasos, en parte por la inestabilidad que la relación entre ambos Estados está creando en los Balcanes Occidentales, y en parte porque aún hay Estados miembros que no abandonan su postura de no reconocimiento de la antigua provincia serbia.
Antes de marzo, Kosovo y Serbia deben acordar un plan para normalizar sus relaciones
Según el ultimátum de la UE, Kosovo y Serbia deben decidir antes de marzo si aceptan el plan internacional -UE y EE.UU.- para normalizar sus relaciones. Si no llegan a un acuerdo, se enfrentarán a penalizaciones tanto en términos de inversión como de apoyo económico y político de Occidente. Y el mensaje, transmitido por el Comisario de la UE Miroslav Lajcak, fue muy claro: se penalizará más a la parte que no esté dispuesta a dar pasos hacia la «reconciliación».
«En marzo sabremos si avanzamos o no, y si no avanzamos, sabremos por qué, quién es el responsable», dijo el comisario.
Serbia, que ya ha recibido cientos de millones de euros y en la última década sólo ha abierto 22 de los 35 capítulos de adhesión, tiene mucho que perder. Pero también lo hace Kosovo, cuyos ciudadanos pueden circular libremente -sin visados ni pasaportes- por el espacio Schengen desde el 1 de enero. Además, ambos se han beneficiado de las inversiones occidentales, sin tener que renunciar, en el caso de Serbia, a su tradicional relación con Moscú o a su más reciente relación privilegiada con China. Además, la presencia de fuerzas de la OTAN en la región era y es una garantía de que no se producirá una escalada de la tensión, como ocurrió durante la guerra de 1998-1999. Además, el gobierno kosovar ha motivado su decisión por el deseo de frenar los ingresos en efectivo, propicios al blanqueo de dinero. El dinar serbio sigue circulando sólo en el norte de la provincia, donde se utiliza para pagar pensiones, subsidios y salarios de los serbios que trabajan en instituciones estatales serbias paralelas en Kosovo.
El Presidente serbio, Aleksandar Vucic, ha anunciado que ya ha mantenido reuniones con los líderes occidentales que apoyan a Kosovo -Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia- y que comprenden los efectos de la «decisión criminal » del gobierno de Pristina de detener las transacciones financieras con Serbia.
Además, Vucic anunció que pediría al Consejo de Seguridad de la OTAN que debatiera la cuestión. El político serbio, que invocó «el respeto de las normas del derecho internacional público y de la Carta de la ONU», subrayó que hoy todo el mundo comprende que Pristina es la única que quiere el caos.
«Creo que existe una enorme desconfianza hacia Pristina y sus acciones. Creo que todo el mundo comprende hoy hasta qué punto tenía razón cuando dije que sólo una parte quiere desatar el caos, generar provocaciones y agravar la situación en la provincia meridional serbia», declaró Vucic.
Tras las recientes protestas callejeras, el Primer Ministro kosovar, Alvin Kurti, anunció que concedería un periodo de transición de un mes para que la población serbia se adaptara a la nueva medida. Según Belgrado, la medida afectaría a unas 100.000 personas.
Las tensiones entre Pristina y Belgrado se acumulan desde hace meses, y la UE parece incapaz de mediar en un conflicto. A finales de mayo del año pasado, las fuerzas de mantenimiento de la paz de la OTAN se vieron obligadas a intervenir en el conflicto de la provincia septentrional de Kosovo, que se saldó con varios heridos. Se acusa a la parte kosovar de abusos por la reciente detención de serbios, sospechosos a su vez de delitos violentos. Desde entonces, Bruselas ha tratado de volver a poner sobre la mesa de negociación un acuerdo de 11 puntos, discutido desde otoño de 2022, el año pasado. Pero sin éxito.
En esencia, este acuerdo no obligaría a Serbia a reconocer explícitamente la independencia de Kosovo, sólo a no oponerse a sus intentos de ingresar en diversas organizaciones internacionales. Lo que sería algo aceptable para la parte serbia. Pero Pristina -y concretamente el actual primer ministro, Albin Kurti- no quiere aceptar, como proponen los diplomáticos occidentales, la creación de localidades autónomas de la minoría serbia y de una asociación de serbios. Kurti ha calificado este punto -aceptado en 2013 por su predecesor en el cargo- como la creación de un Estado-en-Estado.
«Para nosotros, cualquier acuerdo que no incluya el reconocimiento mutuo en su núcleo no es en absoluto un acuerdo de normalización plena», declaró Albin Kurti.
Kosovo declaró unilateralmente su independencia en 2008. Desde entonces, casi 100 países han reconocido su independencia, incluida la gran mayoría de los países de la UE. Cinco países – Chipre, Grecia, España, Eslovaquia y Rumanía – siguen sin reconocer al autoproclamado Estado de Kosovo. Obviamente, Serbia tampoco reconoce al régimen de Pristina. Los cinco Estados miembros de la UE que no han reconocido la independencia de Kosovo tienen un historial de esfuerzos de autodeterminación apoyados por ciertas minorías en su territorio, lo que les ha colocado en posiciones delicadas. Pero para Rumanía, el argumento central ha sido Transnistria, como han explicado a lo largo de los años dos de los ministros de Asuntos Exteriores que han estado detrás de los documentos adoptados por Rumanía sobre Kosovo.
«La política del Presidente se apoyó en los argumentos del Foreign Office y, afortunadamente, siguió las recomendaciones de éste. Si reconoces a Kosovo, ¿por qué estás en contra de Transdniéster, porque Transdniéster también es separatista? Estos eran nuestros cálculos en aquel momento, en 2008», afirma Adrian Cioroianu, citado por Europa Libera.
«Siempre existió la posibilidad de que Rusia planteara esta cuestión, especialmente en relación con Rumanía y el interés de Rumanía en la integridad de la República de Moldavia, en las condiciones de una marcha atrás en el no reconocimiento de Kosovo», explicó Cristian Diaconescu, ex ministro de Asuntos Exteriores en 2009 y 2012.
Según él, la posición de Rumanía estaba justificada, como demuestra la evolución de los acontecimientos posteriores, desde el conflicto de Georgia, que terminó con la anexión de Osetia del Sur y Abjasia, hasta el de Crimea en 2014 y la más reciente anexión de otras cuatro provincias de Ucrania.
«No olvidemos que cuando Rusia se anexionó Crimea, invocó el argumento de Kosovo», dijo Cristian Diaconescu.