La llegada de las primeras lluvias en el mundo occidental, a pesar de sus dramáticas consecuencias en algunos casos, supone sin duda un suspiro de alivio para los numerosos sectores que se han visto gravemente afectados por la grave sequía del verano.
En particular, los sectores agroalimentario y manufacturero llevaban tiempo dando la voz de alarma.
Los problemas relacionados con la escasez de agua dulce son, de hecho, múltiples y no se limitan a las necesidades alimentarias de los ciudadanos, sino que afectan principalmente al mundo agrícola e industrial.
De hecho, en las dos últimas décadas, la necesidad de agua para el mundo productivo ha aumentado exponencialmente, y se espera que la demanda aumente en el futuro.
Desgraciadamente, la crisis climática está modificando la frecuencia e intensidad de las lluvias, afectando a la cantidad de agua disponible y a los periodos de sequía, y Europa es cada vez más un continente con alto riesgo de estrés hídrico, es decir, incapaz de satisfacer la demanda en momentos críticos.
Basta decir que este último verano, el 60% del territorio europeo se encontraba en estado crítico o extremadamente crítico debido a la sequía.
Pero, ¿de dónde procede el agua dulce que utilizamos?
Aunque el planeta está cubierto de agua, sólo el 1 % de ella es agua dulce utilizable y en su mayoría es subterránea.
Por lo tanto, las precipitaciones desempeñan un papel fundamental en el suministro.
Las aguas superficiales, ya sean ríos o lagos, necesitan reponerse y la lluvia es el principal alimento. El aumento de la temperatura de la tierra está provocando trastornos globales que se traducen en catástrofes medioambientales como en el caso de Pakistán o en fenómenos pluviométricos fuera de lo normal como en el reciente caso de Marche en Italia, olas de calor anormales y el consiguiente aumento de las zonas propensas a la sequía.
Además de lo anterior, una de las consecuencias más preocupantes es el progresivo retroceso de los glaciares y de la capa de nieve en las zonas montañosas, un problema muy grave en Italia, por ejemplo
Teniendo en cuenta que los glaciares hacen un aporte de agua fundamental en la reposición de los acuíferos.
Por ello, es necesario que las políticas globales discurran por dos vías paralelas, una relacionada con la protección del medio ambiente y la disminución de la temperatura del planeta, y otra relacionada con la reducción de los residuos y la recuperación del agua utilizada.
En cuanto al primer punto, parece que los gobiernos occidentales han tomado por fin conciencia, como demuestran también los planes europeos de transición ecológica. Planes que, aunque sujetos a muchas variables, como demuestra la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania, a largo plazo deberían conseguir detener o al menos frenar la emergencia climática.
El discurso sobre los residuos es diferente: en este caso, de hecho, cada nación tendrá que elaborar necesariamente un plan de reducción y recuperación.
En Italia, en particular, es cada vez más evidente la necesidad de reforzar las redes, invirtiendo en el mantenimiento y la modernización de las infraestructuras relacionadas con el ciclo del agua y en el estudio de un proceso que permita depurar y reutilizar a nivel industrial el agua que actualmente se canaliza en los desagües.
También se habló de la posibilidad que ofrece la siembra de nubes, un método muy utilizado en otros países, Estados Unidos, China y los Emiratos Árabes a la cabeza.
Mediante agentes químicos inyectados en las nubes, parece posible provocar la lluvia o aumentar su caudal.
Por desgracia, las incógnitas y limitaciones de este método son muchas.
En primer lugar, sólo se puede aplicar en presencia de nubes; en segundo lugar, no se pueden utilizar todas las nubes, sino sólo las que están a cierta altura y con determinadas conformaciones; y, por último, además de que los resultados no son seguros, es extremadamente costoso y arriesgado: no se conocen los efectos sobre el ecosistema de los agentes químicos utilizados, y no hay certeza de que su uso provoque lluvias.
Por eso es necesario, ahora más que nunca, crear una cultura del agua como bien precioso en países que hasta ayer no habían abordado realmente el problema, una cultura que lleve a reducir el consumo, a reducir drásticamente el despilfarro y a tomar conciencia de que el agua no es un bien infinito.
The text was translated by an automatic system