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El apoyo de los Estados miembros es clave para la supervivencia de las nuevas instituciones de la UE

Construir una Europa conservadora - agosto 7, 2024

Las recientes elecciones europeas dieron el pistoletazo de salida a la compleja labor diplomática de expresar el liderazgo de las nuevas Instituciones Europeas.
De hecho, el posicionamiento de los Estados miembros ha llevado en las últimas semanas a la confirmación de Roberta Mestola como Presidenta del Parlamento Europeo, a la elección de Ursula Von der Leyen como Presidenta de la Comisión y de Antonio Costa como Presidente del Consejo Europeo, y al nombramiento de Kaja Kallas para el cargo de Alta Representante de Política Exterior.
De este modo, se completó la primera fase del reinicio de las instituciones europeas, pero el trabajo -y, sobre todo, los retos- ciertamente no han terminado.
LOS SIGUIENTES PASOS INSTITUCIONALES Al igual que un Estado, la Unión Europea también tiene sus procesos burocráticos y sus costumbres, que en este caso necesitan tiempo para llegar a buen puerto.
De hecho, los trabajos sobre la composición de las instituciones aún no han concluido.
En agosto, los gobiernos de los Estados miembros tendrán la tarea de nombrar a los miembros de la Comisión.
De hecho, el Presidente tendrá que confiarles delegaciones específicas y una cartera para llevar a cabo las acciones concretas necesarias.
Una vez completado este paso, la palabra pasa a las Comisiones individuales del Parlamento Europeo, que tendrán la tarea de escuchar y, sobre todo, aprobar a los Comisarios.
Se trata de un momento bastante delicado y todo menos formal.
En el pasado, las fricciones (tanto personales como políticas) han provocado una ralentización de los trabajos, que, en cualquier caso, es de esperar que concluyan a más tardar en la reunión plenaria de octubre de 2024.
En esa ocasión, de hecho, la presidenta Von der Leyen hablará directamente al Parlamento y presentará su programa de trabajo, que deberá ser ratificado por un voto de confianza.
Sólo después de esta nueva votación la Comisión quedará realmente instalada y aceptada.
MUCHAS CRISIS QUE TRATAR El enfrentamiento de las últimas semanas sobre el nombramiento y la votación de las Presidencias reaparecerá con toda probabilidad en los pasos que acabamos de describir.
Esto se debe a que nunca antes se había abierto la nueva legislatura europea en un contexto tan difícil.
La crisis no sólo se desarrolla desde el punto de vista económico, y tampoco se circunscribe a las fronteras de la Unión Europea.
Las inestabilidades internacionales, así como los fenómenos de larga duración, generan problemas de seguridad a las puertas de Europa, mientras que la economía tiene que hacer frente a las exigencias del mercado mundial y a las políticas ecológicas.
RETOS INTERNACIONALES Los pasos institucionales para iniciar la legislatura ven en segundo plano el desencadenamiento de las grandes crisis con las que nos vemos obligados a lidiar en la escena internacional.
La guerra en Ucrania, para la que todavía no parece haber surgido una hoja de ruta pareal y viable hacia un proceso de paz, está sin duda en el centro de las reflexiones y el trabajo de las instituciones europeas.
La guerra a las puertas de Europa es, obviamente, un elemento no desdeñable de lo que debe ser el programa de Von der Leyen, y el voto de confianza previsto para octubre también deberá evaluarse cuidadosamente a este respecto.
Pero la seguridad de Europa no sólo se ve amenazada por el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania; de hecho, la inestabilidad de toda la región de Oriente Medio, empezando por el conflicto palestino-israelí, es objeto de continuo análisis.
Especialmente en estos días en los que la ampliación del conflicto al resto de la región parece inminente y casi inevitable. En todos estos contextos, la posición adoptada en la construcción de las nuevas instituciones europeas por gobiernos como el italiano, tiene un valor sustancial.
La acción de ejercer presión sobre las instituciones, especialmente si la llevan a cabo gobiernos fuertes en el frente nacional, tiene un peso que no puede olvidarse y que debe ejercerse especialmente en cuestiones de vital importancia para la seguridad de las fronteras de la Unión Europea.
Consideremos el juego ya abierto de las elecciones presidenciales estadounidenses y cómo el resultado podría tener consecuencias en las relaciones al otro lado del Atlántico.
Sin olvidar cómo la competencia entre EEUU y China se desarrolla a escala mundial y, por tanto, afecta también fuertemente al mercado y la economía europeos.
Así pues, las nuevas instituciones se preparan para aparecer en un sistema multilateral que atraviesa quizá su peor crisis.
El apoyo de gobiernos fuertes entre los Estados miembros es sin duda una condición que hay que buscar, especialmente con vistas a la estabilidad a largo plazo.
DEFENSA COMÚN E INMIGRACIÓN El apoyo a las instituciones, especialmente por parte de los miembros que constituyen la frontera de la Unión, es esencial hoy en día.
De hecho, en esta legislatura, el proceso de integración en el frente de la defensa común europea no puede dejar de reexaminarse, del mismo modo que las cuestiones de inmigración (especialmente de los países africanos) estarán en el centro del debate.
El actual escenario global no puede sino exigir a Europa que asuma responsabilidades que antes eran impensables.
La propia seguridad de la Unión se ve amenazada por un conflicto a sus puertas.
La implicación indirecta en el conflicto entre Rusia y Ucrania plantea retos que sólo unas instituciones europeas fuertes (en concreto, fuertes en el consenso de los Estados miembros) pueden afrontar.
Europa debe desarrollar su capacidad para ser un elemento central y de liderazgo dentro de la Alianza Atlántica, especialmente a la vista de lo ocurrido en la última cumbre de la OTAN con motivo del 70 aniversario de la Alianza.
El gasto en defensa debe realizarse de forma más inteligente y con vistas a la interoperabilidad, especialmente al servicio de misiones comunes y con Europa en el centro del mercado interior de la defensa.
El crecimiento tecnológico en este sentido debe ser un activo importante de la economía europea, convirtiéndose en un pilar sobre el que basar un enfoque renovado de la defensa común.
El frente sur también se ve afectado por el crecimiento de la inmigración, que no puede ser subestimado por las nuevas instituciones europeas, especialmente en la relación con los Estados miembros más implicados en el fenómeno.
El reto será luchar contra la inmigración ilegal también mediante el peso de la Unión Europea en concertación con los países de origen y tránsito de los flujos migratorios.
Iniciativas que no deben prescindir de la implicación de la Unión, pero que cada vez se dejan más en manos de cada país, que debe hacer frente en solitario a los desequilibrios generados por estos fenómenos.
CRECIMIENTO Y MEDIO AMBIENTE La importancia del apoyo de gobiernos fuertes entre los Estados miembros está ciertamente ligada también a una situación económica que registra un crecimiento más bien débil, además de la ralentización de las cifras del comercio mundial debido a la inestabilidad internacional y a la contingencia de todas las crisis esbozadas hasta ahora.
En este escenario, el papel de liderazgo de la Unión Europea sigue siendo vital, sobre todo porque este papel ciertamente no se ha logrado en los últimos años. Sin duda, Von der Leyen, en la presentación de su programa (prevista, como ya se ha escrito, para la reunión plenaria de octubre de 2024), se centrará en relanzar la competitividad de la Unión Europea, también con vistas a disminuir la dependencia de los recursos energéticos y estratégicos.
La confrontación sobre estos temas no puede desde luego prescindir de la posición de países como Italia, naciones naturalmente candidatas a un papel clave en la distribución de la energía.
Luego está la cuestión del Green Deal, sobre la que habrá que conciliar las expectativas correctas de los Estados miembros en el frente económico.
Si, en efecto, la transición energética y la descarbonización siguen siendo una prioridad para la Unión Europea, no pueden poner de rodillas a determinados sectores industriales ni lastrar las economías, sobre todo si corren el riesgo de empeorar los resultados de los mercados nacionales y, por tanto, la estabilidad de los gobiernos.
De hecho, los costes de estas estrategias verdes no pueden pesar sobre los gobiernos nacionales ni sobre sectores concretos.
Esto conduciría a una escalada de conflictos y, sobre todo, no cumpliría las expectativas de una competitividad renovada de la Unión Europea en el mercado económico mundial.