¿Está haciendo Europa lo suficiente para gobernar el proceso de incorporación de la Inteligencia Artificial a nuestra vida cotidiana? Se trata de una pregunta a la que se nos insta encarecidamente a dar una respuesta, sobre todo en el cambio de rumbo de Europa dictado por las elecciones al Parlamento Europeo.
Mientras tanto, debemos partir de la base de que la IA no es una tecnología completamente nueva que está apareciendo en nuestra vida cotidiana por primera vez en los últimos meses. Es una tecnología que, de distintas formas, ya se utiliza desde hace varios años. En cambio, es la disponibilidad de una gran capacidad de computación (debido al avance tecnológico en el campo del hardware), junto con la presencia de enormes cantidades de datos disponibles en línea (necesarios para «entrenar» a la IA), lo que ha permitido la explosión de esta tecnología.
Con el tiempo, la información sobre la IA ha pasado de los artículos científicos a la prensa general. Esto ha conducido a la búsqueda del sensacionalismo y de artículos «clickbait» en los que se esbozan escenarios catastrofistas o capacidades sin precedentes (y a menudo sometidas a escrutinio) de la IA. El desplazamiento de la información sobre la IA a la prensa generalista ha llevado este tema a la vida cotidiana de los ciudadanos europeos, que se sienten atraídos principalmente por la facilidad de uso de ciertas plataformas y la posibilidad de conseguir resultados significativos, en términos de creación de contenidos, con poco o ningún esfuerzo.
No han faltado críticas al uso de estas tecnologías, desde fenómenos de estafas y publicidad engañosa utilizando la herramienta deepfake, hasta casos reales de difusión de imágenes pornográficas creadas por IA reproduciendo los rasgos de personajes famosos. No contemos tampoco cómo la IA ha entrado a lo grande en nuestras escuelas y universidades, y cómo nuestro profesorado está empeñado en encontrar soluciones para identificar cuándo la IA ha ayudado en la producción del trabajo de un alumno.
Entonces, ¿está haciendo Europa lo suficiente? Empecemos por el principio del debate: el Consejo Europeo de octubre de 2020, cuando los líderes europeos abrieron el debate sobre la transición digital. En ella, cabe recordar, se invitaba a la Comisión a encontrar soluciones para aumentar las inversiones públicas y privadas, europeas y nacionales, en IA y su promoción.
En abril de 2021, la Comisión propuso un reglamento inicial sobre la IA para buscar la armonización de las normas relativas a esta tecnología. También se expresa el objetivo de aumentar la confianza en la IA y su desarrollo.
La posición del Consejo sobre el reglamento se aprueba en diciembre de 2022. En ese momento, empezamos a hablar de la necesidad de que la IA comercializada en la UE tenga normas de seguridad y cumpla las normas sobre derechos fundamentales, así como el sistema de valores de la UE. Por tanto, se necesitan meses de negociaciones para llegar a un acuerdo sobre el reglamento entre el Consejo y el Parlamento un año después (diciembre de 2022). Este acuerdo se aplicará a partir de 2026.
La luz verde definitiva al reglamento llega el 21 de mayo de 2024, y el Consejo, al aprobar este acto, establece por primera vez una norma mundial para la regulación de la IA. Pero, ¿es suficiente?
De hecho, el gobierno italiano está impulsando el debate sobre estas cuestiones, especialmente desde el punto de vista del uso responsable de esta tecnología y de la lucha contra los usos nocivos. Piensa, por ejemplo, en los derechos de autor y su aplicación a los contenidos generados por la IA a partir de datos disponibles en línea (probablemente también cubiertos por los derechos de autor). La voluntad del gobierno es apoyar, ante todo en Bruselas, la mejora de los derechos de quienes producen contenidos. También se apoyan los principios éticos que ponen al hombre en el centro y no a la tecnología y su desarrollo. Lo que quizá sea más necesario en este contexto es prestar atención para evitar la degeneración y los usos inmorales de tecnologías que, si se regulan razonablemente, pueden ayudar realmente a la vida cotidiana de los ciudadanos. Desde el frente nacional, y luego pasando también al europeo, lo que parece necesario en este ámbito es también una actualización de las leyes sobre derechos de autor. Desgraciadamente, en este sentido, el reto parece desigual, sobre todo si pensamos en la duración del proceso legislativo (tanto nacional como europeo) en relación con los saltos adelante que la tecnología puede dar en pocos meses.
Se trata de un verdadero reto que, en la tarea de los gobiernos nacionales y de las instituciones europeas, debe convertirse en una oportunidad de crecimiento, no sólo económico. Todo ello plantea grandes responsabilidades a Europa, que no puede dejar de desempeñar un papel protagonista en esta coyuntura, limitando los riesgos de un panorama que, en muchos aspectos, sigue siendo completamente desconocido. Probablemente estemos ante un punto de inflexión en la historia y la tecnología humanas. Un punto de inflexión a la altura de la invención de la imprenta, la introducción del vapor en los procesos de producción o la invención del motor de combustión interna. Un verdadero cambio de paradigma que debe encontrarnos preparados como naciones y como Unión Europea.
Un primer concepto que la UE debería adoptar es el de cambio de gobierno. La introducción de la IA en la vida cotidiana de los ciudadanos conllevará necesariamente cambios. Ya sean sociales, culturales o políticos, deben canalizarse en procesos gobernables, predecibles y dirigibles. En este sentido, el reto para la UE es crear una especie de centro de control que pueda analizar los factores de riesgo que conlleva la IA. Esto debe tener lugar tanto en el contexto del rapidísimo avance tecnológico al que nos hemos acostumbrado como en el análisis de los procesos y cambios a medio y largo plazo que están afectando a nuestra sociedad. El análisis y la previsión son, por tanto, los factores esenciales para proteger a los ciudadanos en todos aquellos ámbitos que pertenecen a la esfera personal y pública del individuo: desde la protección de los puestos de trabajo amenazados por el potencial (no siempre real y verdadero) de la IA, hasta la defensa denodada de los derechos fundamentales de las personas, investigando la seguridad y los riesgos de la introducción de la IA en algunos ámbitos más sensibles que otros.
Al principio de este artículo, hablamos de cómo la información sobre la IA ha pasado con el tiempo de los artículos científicos a la prensa generalista y de cómo esto ha empobrecido el conocimiento sobre esta tecnología. De hecho, uno de los elementos en los que hay que centrarse a nivel europeo debería ser la puesta en común de conocimientos mediante la creación de un polo común de investigación y desarrollo sobre esta tecnología. Definitivamente, dejar la primacía a las empresas privadas no es la mejor forma de proteger los intereses de los ciudadanos desde el punto de vista de los derechos personales y la protección de datos. Esta tecnología, que es tan importante que puede considerarse fácilmente un cambio de juego en tantos ámbitos diferentes, sólo puede estudiarse de forma compartida en el seno de las instituciones europeas.
Al mismo tiempo, no se puede dejar de apoyar a las empresas y start-ups que quieran invertir en investigación y desarrollo en el campo de la IA. Dejar estos semilleros de ideas fuera, en el mercado internacional, puede ser más un riesgo que un beneficio. El capital privado puede tener intereses distintos de las expectativas de los ciudadanos y de la UE. El riesgo es que, en nombre del negocio, se normalicen los usos opacos de esta tecnología, tal vez incluso erosionando la barrera erigida por la UE en materia de derechos.
Por último, no podemos olvidar que la UE está formada por personas, y los ciudadanos deben poder hacer el mejor uso posible de las nuevas tecnologías. Las cifras de 2023 publicadas por la Comisión Europea sobre alfabetización digital hablan de una tasa media de alfabetización digital de 6,2 sobre 10. Esto hace que nos demos cuenta de lo importante que puede ser crear campañas de alfabetización digital dirigidas a formar a los ciudadanos en el uso correcto no sólo de los medios informáticos normales, sino sobre todo de las modernas tecnologías relacionadas con la IA. Un camino que sería muy útil comenzando desde las etapas más tempranas de la educación y conduciendo gradualmente a conocimientos y habilidades cada vez más especializados.