En una Conferencia ECR de alto nivel que acaba de finalizar en Chipre, los conservadores evaluaron las políticas ecológicas de la Comisión Europea y señalaron varias lagunas y limitaciones de ese enfoque. Al hacerlo, los oradores también confirmaron la idea central de los Principios de Kilkenny surgidos de la anterior Conferencia, celebrada en Irlanda el pasado mes de noviembre.
Tan sólo unos meses después de la conferencia de Kilkenny, se ha hecho abrumadoramente evidente el estrecho enfoque seguido por la Comisión Europea en materia de transición ecológica. Para empezar, ese enfoque se centra en la reducción de las emisiones de carbono sin tener en cuenta las implicaciones más amplias en materia de competitividad y sostenibilidad asociadas a la combinación de políticas elegida para lograr esa reducción, señalaron invariablemente los oradores.
De hecho, lograr una reducción de las emisiones de carbono tiene poca relevancia si la vía política propuesta no garantiza la sostenibilidad social y económica de las medidas aplicadas. En otras palabras, puede haber casos en los que las empresas y los hogares europeos no puedan permitirse fuentes alternativas de energía porque no estén disponibles o, más sencillamente, porque sean demasiado caras. En consecuencia, esos aspectos críticos deben evaluarse a fondo, y deben estudiarse y ofrecerse medidas compensatorias.
Alternativamente, si las políticas de transición se aplicaran a pesar de todo, como ha ocurrido hasta ahora, Europa perdería competitividad en favor de las economías que no se atienen a esas mismas normas. Como resultado, los europeos experimentarían inevitablemente una caída autoinfligida de su nivel de vida.
Además, las políticas de transición se han aplicado sin tener debidamente en cuenta sus costes para el medio ambiente, no sólo para las empresas y los hogares. Es el caso de la extracción y posterior transformación de materias primas críticas que tienen consecuencias medioambientales de gran alcance. Tales implicaciones no se han compartido de forma transparente con la opinión pública porque lo más probable es que los europeos hubieran reaccionado negativamente. De hecho, el aire limpio europeo también se produce a expensas de las poblaciones de los países en desarrollo que soportan las consecuencias de la degradación medioambiental de su suelo y su aire, poblaciones que a menudo viven bajo regímenes autoritarios.
En este contexto, los Conservadores Europeos proponemos una agenda de transición centrada en el pragmatismo y la subsidiariedad, protegiendo debidamente nuestro Planeta. El pragmatismo significa que las políticas de transición deben estar atentas a las especificidades de nuestros territorios y basarse en la tecnología disponible. Aunque las energías renovables representan una parte cada vez mayor del suministro energético, aún están lejos de constituir una fuente de energía amplia y estable. Esto se debe a las limitaciones actuales para producir energía a partir de fuentes renovables y almacenarla para su uso futuro.
Las diferencias geográficas también explican la distinta capacidad de los Estados de la UE para generar energía renovable. En consecuencia, debería explorarse más ampliamente la energía producida a partir del gas y la energía nuclear. En todas estas cuestiones, coincidieron los oradores, la UE no debe limitarse a un estrecho enfoque ideológico, sino aprovechar la oportunidad de aprovechar la transición para construir un nuevo paradigma de prosperidad futura.
Lo que está en juego es demasiado importante para nuestro futuro. La opinión pública europea ya ha tomado nota de ello.