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En defensa de la naturaleza, pero sin ecofollies

Medio ambiente - agosto 22, 2024

Un estudio muy reciente realizado por el Partido ECR y titulado «Equilibrar ambición y realidad. Un examen sobrio de los retos de la transición verde de la UE» pretende reconducir el debate por una senda realista y objetiva, basada en los hechos y en la realidad política, económica e industrial de la Unión Europea.
Lo que quizá falte en esta coyuntura es precisamente la «sobriedad» del análisis declarada en el subtítulo del estudio.
En un contexto en el que se pretende estigmatizar sin examinar todos los elementos de un fenómeno, conviene detenerse a reflexionar sobre los datos y las expectativas de los Estados miembros, antes de atrincherarse tras posturas y principios que no representan necesariamente el interés de los ciudadanos de la Unión Europea.
El estudio, por tanto, pretende evaluar el Pacto Verde de la UE (así como la transición verde en un sentido más amplio) intentando centrarse en el equilibrio que debe alcanzarse entre la ambición de los objetivos fijados y la viabilidad de lo que pide el documento.   EL ACUERDO VERDE EUROPEO Tras el acuerdo provisional alcanzado con el Parlamento Europeo en abril de 2021, el Consejo aprobó el acuerdo en mayo de 2021.
El Pacto Verde señala con el dedo el cambio climático y la degradación del medio ambiente, que suponen una amenaza muy grave para el ecosistema europeo y mundial.
La idea que subyace al documento es transformar a los países de la Unión en una economía moderna, competitiva y eficiente, especialmente en el ámbito de los recursos y las materias primas.
En particular -como quizá se haya convertido en el mantra y sello distintivo del Pacto Verde Europeo-, pretende reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030, teniendo en cuenta los niveles de referencia de 1990.
Además, el objetivo es convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050 según el principio de neutralidad climática, también mediante la plantación de 3.000 millones de árboles entre todos los Estados miembros.
Para ello, la Comisión Europea ha presentado toda una serie de propuestas para transformar la economía europea y políticas comunes sobre energía, transporte y clima.
También se establece el principio de que el crecimiento económico debe desvincularse del uso de los recursos, y debe prestarse atención a todas las zonas de la Unión, sin descuidar las más marginales y pobres en términos de industria o recursos.
En cuanto a la financiación, no se puede dejar de mencionar que alrededor de un tercio de la inversión de 1,8 billones de euros del plan de recuperación NextGenerationEU, junto con el presupuesto septenal de la UE, financiará el Pacto Verde Europeo.   LA DEFENSA DE LA NATURALEZA NO PASA POR LAS ECOFÓLIAS La ecología es indiscutiblemente un pilar del pensamiento conservador, en Italia y en Europa.
Hablar sin un análisis detallado y sin conocimientos sobre invernaderos, coches eléctricos y reconversión industrial no es más que un síntoma flagrante de la deriva ideológica desenfrenada impuesta por la izquierda.
Para nosotros, el concepto de biodiversidad, así como la importancia del contacto entre el hombre y la naturaleza, son valores y forman parte del patrimonio que pretendemos proteger, cuidar y transmitir a las generaciones futuras.
Por eso no podemos subestimar este fenómeno y todos sus aspectos.
Por tanto, la consecución de tan importantes objetivos climáticos debe ser, en primer lugar, sostenible, considerando aquí el término «sostenibilidad» en su sentido más amplio, que engloba aspectos medioambientales, económicos e incluso sociales.
No podemos dejarnos guiar por este sinuoso camino por planteamientos ideológicos sin ninguna base de análisis, por objetivos que parecen inalcanzables y por cargas totalmente desproporcionadas para los ciudadanos y las empresas.
Del «decrecimiento feliz» de Serge Latouche estamos pasando rápidamente a un «decrecimiento infeliz» del Pacto Verde redactado por la izquierda europea.
El objetivo del mundo conservador debe ser necesariamente devolver el debate a la realidad y al análisis.
Puntos firmes desde los que volver a partir para intentar cambiar las reglas, creando condiciones que salvaguarden realmente nuestro medio ambiente, haciendo que nuestra economía sea sostenible pero también competitiva en la escena internacional.   ¿CÓMO IR POR EL BUEN CAMINO?
El camino que puede conducir a los Estados miembros de la UE hacia políticas verdes verdaderas y sostenibles no parece fácil.
El debate, como ya se ha dicho, está minado y casi monopolizado por posturas ideológicas que la izquierda europea ha querido incardinar en los últimos años en normas, reglamentos y objetivos que son cualquier cosa menos factibles.
Por el contrario, para mantener los pies en el suelo, habría que haber tenido presentes los sencillos principios de subsidiariedad y proporcionalidad, que ya están ampliamente previstos en los tratados fundacionales de la Unión Europea.
La aplicación de estos dos principios al razonamiento y las políticas medioambientales habría vuelto a situar a los Estados miembros en el centro del debate.
De este modo, habrían sido los gobiernos nacionales los que habrían trazado y decidido las mejores estrategias (para su propia economía y sociedad) para alcanzar los objetivos climáticos.
Los objetivos industriales y las especificidades de los distintos contextos no pueden dejarse de lado como se ha hecho sacrificándolos a la ideología.
Como pretende el estudio publicado por el Partido ECR, hay que poner de relieve las disparidades económicas y regionales en la aplicación del Pacto Verde.
Esto significa aceptar e identificar la necesidad de ayudas específicas para las regiones económicamente vulnerables, que no pueden quedar rezagadas por objetivos que les resultan imposibles de alcanzar.
Al mismo tiempo, deben evaluarse las estrategias de financiación de la UE que pretenden identificar algún tipo de brecha de inversión anual junto con soluciones más innovadoras para cerrar esta brecha.
El enfoque aquí debe ser más equilibrado, alineando realmente los objetivos climáticos con las realidades económicas de los Estados miembros: sólo entonces se podrá hablar de un enfoque justo e integrador, así como de una transición justa para todos los Estados miembros de la UE.   TRANSPORTE, INVERSIÓN Y SEGURIDAD La descarbonización (objetivo incluido también en el Pacto Verde Europeo) es sin duda una meta que hay que perseguir, empezando por formas de transporte diferentes e invirtiendo sobre todo en movilidad urbana sostenible.
De este modo, cambiar la cara de la movilidad en las ciudades puede marcar realmente la diferencia en el camino para alcanzar los objetivos climáticos.
Al mismo tiempo, sin embargo, también hay que actuar desde un punto de vista macroeconómico, por ejemplo decidiendo desvincular todas las inversiones realizadas por los Estados miembros en políticas ecológicas del cálculo del ratio déficit/PIB.
Con ello no se pretende distorsionar o «inflar» los resultados de las economías nacionales, sino dar más peso (en términos económicos) a las iniciativas verdes decididas autónomamente por los estados.
Además, desde un punto de vista económico, debe ser posible extraer del presupuesto europeo fondos para la reurbanización y el aseguramiento de territorios degradados o en peligro medioambiental.
Ésta es la única política real de prevención de catástrofes medioambientales que tiene alguna utilidad.
Por otra parte, iniciativas como las relacionadas con las llamadas «casas verdes» deben ser absolutamente revisadas: en este caso, la protección debe dirigirse a los intereses de los ciudadanos europeos propietarios de inmuebles.
La eficiencia energética de nuestro parque inmobiliario puede y debe aplicarse, pero de forma gradual y sostenible, incluso mediante la concesión de incentivos y ayudas por parte de la Unión Europea.   ESTRATEGIA INDUSTRIAL, CRECIMIENTO Y MEDIO AMBIENTE Una ideología verde desenfrenada, sin frenos ni apego a la realidad, no debe frenar el crecimiento de los sectores industriales de carácter estratégico.
Basta pensar en la importancia absoluta que ha adquirido en los últimos años el sector industrial relacionado con la defensa.
Por tanto, necesitamos herramientas comunes a escala europea que garanticen este tipo de prioridades industriales de carácter estratégico para no perjudicar los intereses de la Unión Europea.
Entre ellas, no podemos olvidar el sector del automóvil, para el que es esencial lograr la anulación de la prohibición de fabricar coches con motor endotérmico a partir de 2035.
El relanzamiento del sector del automóvil debe pasar por el principio de neutralidad tecnológica, no distorsionando los intereses de las economías nacionales, sino invirtiendo en todos los combustibles alternativos -no sólo en los coches eléctricos-, desarrollando la cadena de los biocombustibles y protegiendo así a todas las empresas vinculadas a este sector.