Apertura parcial del espacio Schengen para Bulgaria y Rumanía. Al parecer, hasta la fecha no se ha encontrado una solución plenamente satisfactoria para estos dos Estados, que sólo consiguen una admisión parcial en el codiciado espacio común.
El espacio que más significativamente representa, tal vez, el mercado único europeo, así como la libre circulación entre los ciudadanos de los distintos Estados, no consigue reunir a todos. Creada en 1985, hasta la fecha más de 420 millones de personas pertenecen a ella.
Fronteras interiores y exteriores: una cuestión exclusivamente política
Según algunos, la UE debería pensar más en proteger sus fronteras antes de acoger a Bulgaria y Rumanía en el espacio Schengen, donde hay, en cambio, 27 países de los que 23 pertenecen a los Estados miembros, salvo Chipre e Irlanda, y luego Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, todos ellos, sin embargo, parte de la Asociación Europea de Libre Comercio.
El principal problema es que no se puede encontrar una solución real con respecto a las fronteras interiores de cada uno de los Estados miembros, o más bien, parece como si en lugar de centrarse en la amenaza real y concreta que puede provenir de las fronteras exteriores de la UE, la atención se centrara en un cierre interno con escasa cooperación y, definitivamente, sin un entendimiento claro por parte de aquellos que, por el contrario, deberían estar luchando por un frente común. De este modo, el espacio Schengen se convierte en un embrollo con sabor puramente político que poco tiene que ver con la necesaria visión cultural y económica que una a los distintos Estados.
¿Qué bloquea el paso?
Los dos países del Este, por su parte, llevan años intentando en vano incorporarse a la zona (más de diez desde su adhesión en 2007), pero con escaso éxito. No hay plaza para la unanimidad, factor necesario para volver a ser miembro de la zona.
Y mientras hay quienes quieren ver en ello el resultado de la discriminación, hay quienes lo convierten en una cuestión de seguridad internacional, que puede, a largo plazo, perjudicar la estabilidad de cada uno de los Estados miembros.
El bloqueo sería, ante todo, la preocupación por la entrada de inmigrantes irregulares. Aunque las posturas de algunos Estados miembros se han suavizado con el paso de los años, esta cuestión es planteada, en los últimos tiempos, principalmente por Austria, que aún no se ha declarado dispuesta a dar el paso. El punto planteado por el Estado se referiría a la protección de las fronteras exteriores de Europa, que se considera insuficiente en lo que respecta a la cuestión de los inmigrantes ilegales, y dado que Austria es uno de los Estados que recibe mayor número de inmigrantes en su territorio (sólo en 2022 hubo más de 10.000 solicitudes de asilo), huelga decir que el umbral de atención a esta cuestión sigue siendo muy alto. Austria también reprocha a otros Estados miembros que no respeten la norma de la «primera entrada», es decir, la posibilidad de solicitar asilo en el primer país en el que se aterriza, como dijo en una entrevista de prensa el eurodiputado Lukas Mandl, del Partido Popular austriaco.
La situación actual sigue abriendo el debate
Rumanía y Bulgaria, por su parte, se han comprometido con la Unión a controlar mejor sus fronteras y, sobre todo, a luchar contra la inmigración ilegal que ya se encuentra en su territorio. Sin embargo, aunque en abril habrá libre acceso en lo que respecta a las líneas marítimas y aéreas, aún no se ha llegado a un acuerdo sobre la plena entrada de los dos Estados en el espacio Schengen, con libre acceso también en lo que respecta a las fronteras terrestres. Así pues, lo que debería ser el signo evidente de la Unión Europea, se convierte en la manzana de la discordia y acentúa una de las cuestiones más complejas en el ámbito comunitario, a saber, compartir y pensar unidos hacia un objetivo común. 2024 será un año crucial para el debate sobre el tema.