Nigel Farage, nacido en 1964, es un político británico. Su currículum cuenta con numerosas experiencias profesionales y políticas. Según lo que se puede leer en su currículum, en 1982 era agente de bolsa del banco Drexel Burnham Lambert, y después de Credit Lyonnais Rouse, Refco y Natexis Metal. Fue miembro del Partido Conservador hasta 1992.
En 1993 se afilió al recién creado Partido de la Independencia del Reino Unido (en breve, UKIP), convirtiéndose en su líder en el periodo comprendido entre 2006 y 2010. Tras el referéndum del brexit convocado por David Cameron, los resultados del 23 de junio de 2016 arrojaron que cerca del 51,9 por ciento de los ciudadanos británicos votaron a favor de que el país abandonara la Unión Europea.
Como es bien sabido, el periodo post-Brexit se ha caracterizado por muchas vicisitudes sobre el tipo de brexit a seguir, es decir, una línea más dura o más blanda. En virtud de ello, tras abandonar el partido UKIP en 2018, Farage decidió en febrero de 2019 fundar el Brexit Party, defensor de una línea dura para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El Partido del Brexit en las elecciones de 2019 obtuvo un 31,7 por ciento de votos (el nombre del partido ha pasado a ser Reform UK).
En 2023, Nigel Farage vuelve a las portadas de los periódicos de todo el mundo por un asunto que difiere de su acción política y del Brexit. O, al menos, por un asunto que no debería tener nada que ver ni con sus convicciones políticas ni con su vida privada personal. De hecho, es noticia reciente que el conocido banco Coutts haya cerrado repentinamente la cuenta de Farage. El episodio se ha convertido en un auténtico caso mediático en poco tiempo y, obviamente, también ha atraído la atención de los políticos.
Según las primeras declaraciones de Farage, el banco Coutts, y especialmente el banco matriz de NatWest, no compartían sus opiniones políticas. En particular, hay que recordar que Coutts es un banco británico que también se dedica a la banca privada y a la gestión de patrimonios y, lo que es más importante, puede presumir de tener entre sus clientes a algunas de las personas más ricas e influyentes del Reino Unido y, como revelan varios periódicos influyentes, no es ajeno a excluir a clientes que piensan de forma diferente a ellos.
El Caso Farage comenzó a principios de julio, cuando según las noticias publicadas por la BBC el pasado4 de julio, la causa del repentino cierre fue supuestamente el incumplimiento por parte del banco de los requisitos financieros (información facilitada por una «fuente fiable»). Sin embargo, la propia BBC corrigió el21 de julio el informe publicado, calificándolo de inexacto e incompleto, e incluso pidió disculpas por ello.
Obviamente, el Sr. Farage ha hecho público el maltrato del banco hacia su persona, culpando, entre otras cosas, al llamado capitalismo woke y a la cultura cancel, dos tendencias que a día de hoy parecen cada vez más peligrosas y omnipresentes en todas las esferas sociales, personales, políticas, e incluso financieras y económicas, llegando incluso a afectar y cambiar reglas normalmente firmemente establecidas y conocidas.
Coutts respondió. Así, el banco envió a Farage un dossier de 40 páginas con un análisis detallado de por qué había decidido dejar de tenerle como cliente. Entre las justificaciones recogidas en las 40 páginas, el banco escribió que consideraba a su ahora ex cliente xenófobo y racista, además de señalar que las opiniones que había expresado públicamente no eran coherentes con la política integradora que seguía la organización.
Tales justificaciones parecen verdaderamente escandalosas desde cualquier punto de vista.
En primer lugar, porque el banco no es un club literario o cultural al que se accede mediante pruebas y audiencias relacionadas incluso con la propia ética y los valores personales. El banco representa (o al menos debería representar) a una institución que actúa y evalúa sus decisiones basándose en datos objetivos y económicos, difíciles de rebatir. Todos estos datos, en definitiva, no tienen nada que ver con la esfera privada, personal, religiosa, política de cualquier posible cliente bancario.
Tras darse cuenta probablemente del enorme error, la consejera delegada de Nat West, Dame Alison Rose, quiso emitir una disculpa personal, señalando que lo que contenía el dossier enviado a Farage contenía comentarios «profundamente inapropiados». Otra consecuencia de este suceso fue que la propia Rose dimitió poco después, probablemente al darse cuenta de la posición excesivamente débil y del error que había cometido y que se convirtió en una auténtica bomba mediática que fulminó la imagen del banco al que representaba.
Sin embargo, lo ocurrido a Farage es un hecho sin precedentes con muchos lados oscuros que necesariamente deben salir a la luz. Precisamente por este motivo, Farage decidió pedir una investigación interna en NatWest para averiguar por qué y cómo se tomó tal decisión en su nombre. Además, en la red social X (antes twitter), Farage publicó lo siguiente el27 de julio de 2023: «El sector bancario está empezando a tener miedo, y así debería ser. Los bancos deberían prestar servicios bancarios, no tener una serie de «valores» sociales y políticos con los que alinearse. Tienen que poner fin inmediatamente a todo este sinsentido del woke. Ha ido demasiado lejos».
El propósito de la acción de Farage era, obviamente, desvelar un sistema en el que prevalece un pensamiento único, al que hay que adherirse y nunca desviarse de él. Una dictadura de la corriente dominante, en la que los «opositores» no tienen derecho a hablar, so pena de consecuencias muy graves, en todos los frentes posibles. Incluso la de disfrutar de derechos que deberían estar garantizados para todos, independientemente de las creencias u opiniones políticas o de la conducta personal.
El caso Farage se ha convertido en noticia de primera plana, logrando el apoyo del Gobierno tory.
Lo ocurrido en el Reino Unido con Farage es un caso llamativo que ha recibido una gran atención por parte del mundo de los medios de comunicación. Este acontecimiento puso de manifiesto una tendencia cada vez más común en Occidente, a saber, la de querer someterse necesariamente a un determinado código ético-político. Un código que se aplica no sólo en las relaciones interpersonales, sino que debe respetarse en todos los aspectos posibles, incluso los más privados. El castigo por no seguir este código predeterminado orientado a la exasperación de lo políticamente justo es, por supuesto, la exclusión de todo tipo de contextos. Este episodio no es una mera noticia, sino que representa algo más profundo y a lo que es importante prestar atención.
e hecho, este episodio es uno de los primeros avisos de cómo la obsesión por la cada vez más extendida cultura woke está envolviendo la forma en que vemos el mundo, influyendo desde arriba en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, desde los más mundanos a los más complejos.
El caso Farage debería tomarse como un ejemplo a no repetir. Por lo tanto, sería necesario que la Unión Europea empezara a pensar en cómo controlar este tipo de interferencias, y empezara a pensar y a trabajar en la regulación del campo. Porque si por ahora el de Farage puede considerarse un caso aislado, el riesgo de que pronto otros disidentes de la corriente dominante se vean obligados a pagar por sus opiniones políticas es definitivamente alto. Si no se aborda ahora la libertad de expresión, sea cual sea el pensamiento de cada uno, es probable que el futuro sea cada vez más difícil. Por lo tanto, es necesario limitar desde ahora mismo el fenómeno de la represión de la libertad de expresión, que parece dirigirse más a menudo contra las personas y los políticos conservadores. Por último, es necesario trabajar en la regulación especialmente del sector bancario, no sólo a nivel nacional, sino también y sobre todo a nivel europeo, para que sus actuaciones sean más transparentes y comprensibles, y que, sobre todo, se basen en datos objetivos y no en simpatías hacia un cliente y no hacia otro.