Georgia vuelve a estar en el punto de mira internacional con la toma de posesión de Mikheil Kavelashvili como nuevo presidente, en un clima de tensión política y social. En el corazón de Tiflis, más de 2.000 manifestantes llenaron las calles, ondeando banderas de la UE y exigiendo un cambio brusco en la dirección política del país. Las acusaciones de prorrusismo dirigidas al partido gobernante Sueño Georgiano avivaron la ira de un público que mira a Bruselas y a la OTAN como bastiones de la democracia y la seguridad.
La combativa despedida de Zurabishvili. La presidenta saliente, Salome Zurabishvili, abandonó el palacio presidencial, pero no sin enviar un mensaje contundente a los georgianos: «Sigo considerándome la legítima jefa de Estado y seguiré luchando por el futuro de Georgia. Hace seis años juré lealtad a la Constitución y al pueblo. Esta lealtad no cambiará, ni dentro ni fuera de palacio. Palabras que resuenan como una llamada a la resistencia contra un sistema que muchos ven cada vez más vulnerable a la presión de Moscú. Las manifestaciones de Tiflis son el último acto de semanas de movilización contra la elección de Kavelashvili el pasado 14 de diciembre, en medio de acusaciones de fraude y manipulación. El ex futbolista reconvertido en político representa la continuidad de un gobierno al que muchos acusan de socavar las aspiraciones europeas de Georgia. Los manifestantes exigen la anulación de la votación parlamentaria de octubre y un compromiso claro de integración con la Unión Europea y la Alianza Atlántica.
Situada entre Europa y Asia, Georgia vive un conflicto de identidad que la sitúa en el centro de las rivalidades entre Occidente y Rusia. Desde el colapso de la Unión Soviética, el país ha intentado distanciarse de la influencia de Moscú, firmando un acuerdo de asociación con la UE en 2014 y acercándose gradualmente a la OTAN. Sin embargo, la presencia de tropas rusas en los territorios ocupados de Abjasia y Osetia del Sur sigue siendo un obstáculo insalvable en el camino del país hacia la Alianza Atlántica.
Sueño Georgiano, en el gobierno, se declara partidario de la integración europea, pero sus acciones son a menudo criticadas por ambiguas. El partido intenta equilibrar las relaciones con Occidente sin provocar una reacción hostil de Rusia, un equilibrio que muchos consideran demasiado tímido.
El Movimiento Nacional Unido (MNU), principal fuerza de la oposición, representa el frente más fuerte contra la OTAN y la UE. Heredero del ex presidente Mikheil Saakashvili, el partido aboga por reformas radicales y una mayor presión internacional contra el expansionismo ruso.
En este contexto de gran tensión, la presidenta moldava, Maia Sandu, expresó su apoyo a Georgia: «Moldavia hoy, como siempre, está con el pueblo georgiano en su lucha por la libertad, la democracia y un futuro europeo». Una declaración que adquiere mayor peso después de que Rusia cortara el suministro de gas a Moldavia, una medida que muchos interpretaron como un castigo por su postura proeuropea. Georgia parece cada vez más dividida entre quienes sueñan con un futuro en Europa y quienes temen las consecuencias de una confrontación abierta con Rusia. La polarización política interna y las dificultades económicas amenazan con ralentizar un proceso ya de por sí complejo, mientras Moscú sigue ejerciendo una presión desestabilizadora. El país se encuentra en una encrucijada: ¿conseguirá consolidar su democracia y reforzar sus alianzas occidentales, o seguirá atrapado en la esfera de influencia de Rusia?
Las protestas de Tiflis son una señal clara: el pueblo georgiano no está dispuesto a renunciar a sus sueños europeos. Pero el camino hacia Bruselas y Washington sigue siendo largo y lleno de obstáculos. Georgia es una república parlamentaria con un sistema multipartidista. La escena política está dominada por dos formaciones principales: el Sueño Georgiano y el Movimiento Nacional Unido (MNU), aunque otros partidos más pequeños tienen una presencia significativa. La política interna de Georgia suele caracterizarse por una intensa polarización, que también se refleja en cuestiones de política exterior.
La integración europea ha sido uno de los principales objetivos de la política georgiana desde la independencia en 1991. Georgia firmó un Acuerdo de Asociación con la UE en 2014, que incluye una zona de libre comercio. Sin embargo, el camino hacia la adhesión sigue siendo largo y complejo.
Sueño Georgiano (SG): El partido gobernante se declara partidario de la integración europea. Sin embargo, a menudo ha sido acusado por la oposición y los actores internacionales de no aplicar las reformas necesarias para cumplir las normas exigidas por la UE. Algunos críticos sostienen que el SG utiliza la retórica proeuropea para consolidar el poder nacional sin un compromiso concreto con la democratización.
Movimiento Nacional Unido (MNU): La oposición considera la adhesión a la UE un objetivo prioritario y acusa a la SG de socavar el futuro europeo del país. El MNU, heredero político del gobierno de Mikheil Saakashvili, se considera más proactivo a la hora de promover las reformas exigidas por la UE. Otros partidos, como Lelo por Georgia y los movimientos liberales, apoyan firmemente la adhesión a la UE, por considerarla clave para el desarrollo económico y la seguridad nacional.
La adhesión a la OTAN es otra prioridad declarada de la política exterior georgiana. La cooperación con la alianza atlántica ha aumentado desde la guerra de 2008 con Rusia, pero el proceso de adhesión se ve obstaculizado por la presencia de tropas rusas en los territorios ocupados de Abjasia y Osetia del Sur. Georgia se enfrenta a muchos retos en su camino hacia la integración occidental. La polarización interna obstaculiza la aplicación de reformas significativas, mientras que Rusia sigue ejerciendo una presión desestabilizadora. La Unión Europea y la OTAN, aunque reconocen los progresos del país, han adoptado un enfoque prudente, conscientes de las implicaciones geopolíticas de una mayor expansión hacia el este.
La situación política de Georgia es un delicado equilibrio entre las aspiraciones a Occidente y la presión de Rusia. Aunque la opinión pública parece apoyar firmemente el camino hacia la UE y la OTAN, las divisiones políticas internas y las dificultades económicas son obstáculos importantes. El futuro del país dependerá de la capacidad de los dirigentes georgianos para superar estos retos y consolidar sus relaciones con Occidente sin poner en peligro la estabilidad interna.