Se ha aprobado en el Senado la supresión de los senadores vitalicios nombrados por el Presidente de la República, supresión que forma parte de la reforma constitucional que está aprobando el gobierno de Meloni.
Lo de los senadores vitalicios fue una de las muchas anomalías de la política italiana, de hecho en ninguna otra nación se otorgan poderes similares a personas no elegidas.
A pesar de ello, por supuesto, no faltó la polémica en torno a este cambio, sobre todo por parte de la PD y 5 Estrellas.
Sin embargo, fueron precisamente los antepasados del actual PD los enemigos más acérrimos de esta práctica. En particular, el secretario del PCI, Palmiro Togliatti, y Umberto Terracini, presidente de la asamblea constituyente, se opusieron firmemente, llegando a afirmar que «toda designación desde arriba de una asamblea representativa constituye una monstruosidad en un régimen democrático». Era 1947 y la Constitución se estaba redactando en Italia.
Posteriormente, a lo largo de los años y de los distintos gobiernos, la idea de modificar el artículo 59 se ha debatido varias veces en el parlamento, sobre todo en el último cuarto de siglo, periodo en el que los votos de los senadores vitalicios han sido decisivos para la supervivencia o el nacimiento de muchos gobiernos.
En la historia de Italia, los distintos Presidentes de la República han nombrado un total de 38 senadores vitalicios, siendo el primero Arturo Toscanini, que, sin embargo, renunció a su nombramiento sólo dos días después de ser nombrado, y la última Liliana Segre.
En medio, una serie de figuras ciertamente meritorias y destacadas, que sin embargo, por diversos motivos, dieron lugar a la proliferación de polémicas.
Especialmente famosa fue la relativa al número global y a la interpretación de lo estipulado en el artículo 59.
De hecho, no estaba claro si cada Presidente de la República podía nombrar a cinco senadores vitalicios o si el número total de senadores vitalicios no podía ser superior a cinco. Precisamente esta posibilidad interpretativa fue casi motivo de escándalo y batalla en junio de 1991, cuando el entonces presidente Francesco Cossiga nombró al mismo tiempo a cuatro nuevos senadores vitalicios, elevando su número total a diez, incluido el entonces primer ministro Giulio Andreotti. Nombramiento que, de hecho, excluía su posible nombramiento, precisamente como sucesor de Cossiga, como Presidente de la República. Según algunas reconstrucciones, de hecho, Andreotti aspiraba a un gran éxito electoral precisamente para forzar la mano, fuerte en el consenso, dentro de la DC. Esto no ocurrió y, como ya se ha dicho, el sueño se desvaneció.
Sin embargo, años más tarde el propio Cossiga criticaría el Art. 59, definiendo la institución de los senadores vitalicios como un «vulnus al principio de representación popular».
En mayo de 1994 le tocó al entonces primer ministro Berlusconi apelar a los senadores vitalicios para obtener la confianza en su gobierno. Y la mayoría lo fue, aunque por un margen de un solo voto.
En 2006 fue el turno del centro-izquierda, que contó con los votos de los senadores vitalicios para asegurar la mayoría al segundo gobierno de Romano Prodi.
La polémica continuó bajo la presidencia de Giorgio Napolitano, que nombró a Mario Monti sólo cuatro días antes de confiarle la tarea de formar un gobierno técnico.
Y de nuevo con Napolitano en el Quirinal se produjeron los polémicos nombramientos de cuatro nuevos senadores vitalicios: Claudio Abbado, Elena Cattaneo, Renzo Piano y Carlo Rubbia, cuatro nombres ciertamente próximos al nuevo gobierno de centro-izquierda dirigido por Enrico Letta y, por tanto, nombrados, según los críticos, como posibles «votos de rescate».
Y de nuevo de los senadores vitalicios salieron los votos necesarios para salvar al gobierno de Giuseppe Conte en 2021, una salvación que resultaría inútil tras sólo dos semanas.
Entonces, ¿por qué discutir sobre una elección que es garantía de democracia y, en esencia, protege contra cualquier intrusión institucional en la vida de un gobierno electo?
Sinceramente, la respuesta es sencilla: el PD y la 5Stelle temen que Giorgia Meloni consiga realmente llevar a casa esa reforma de la que se lleva años hablando, pero que nunca se ha conseguido llevar ni siquiera a la cámara parlamentaria.
Una reforma que, hay que recordar, será válida a partir de la próxima legislatura, por lo que no beneficiará al gobierno de Meloni, pero que sin duda garantizará a quien vota: el pueblo.
Y ése es precisamente el miedo, que el pueblo sea verdaderamente soberano, que no se puedan hacer más inciuciusis y gobiernos, como ha ocurrido a menudo en la historia reciente de Italia y siempre en beneficio de la izquierda y sus aliados.
Un gobierno elegido, como el de Giorgia Meloni, pero reforzado en su ejecutividad, fuerte en la nueva reforma y capaz, por fin, de ser una verdadera expresión de lo que los italianos escribirán en las urnas.
Da miedo, pero sólo a los que saben bien que sin credibilidad y coherencia los votos no llegarán.
Femo