El sábado 7 de octubre de 2023, a las 6.30 horas, comienza un violento y repentino ataque contra Israel desde la Franja de Gaza. La lleva a cabo el grupo terrorista islámico palestino Hamás, que ataca a Israel desde la Franja de Gaza. Se dispararon casi 5.000 cohetes contra el enemigo israelí, además de cientos de explosiones y la llegada de decenas de milicianos en ala delta. El balance del atentado es dramático. En Israel se habla de al menos 900 muertos, más de 2.500 heridos y más de 800 desaparecidos. Estas cifras se actualizan constantemente e incluyen a muchas personas tomadas como rehenes por Hamás. Israel respondió bombardeando la Franja de Gaza. El gobierno israelí declaró oficialmente el estado de guerra y llamó a filas a miles de reservistas para preparar un ataque terrestre, anunciando un «asedio total» de Gaza mediante una operación para cortar el agua, los alimentos, el combustible y la electricidad.
Israel también anunció el inicio de una evacuación completa de los israelíes que viven en ciudades cercanas a la frontera con Gaza. Los palestinos también han sufrido bajas, con cerca de 700 muertos y más de 3.700 heridos tras los bombardeos de alfombra y el envío de tanques a la Franja por parte de Israel.
Otra cuestión a tener en cuenta es la toma de rehenes de un gran número de personas por parte de Hamás, que ha apartado a hombres, mujeres y niños de sus familias, les ha vendado los ojos y les ha atado las manos. Incluso han llegado a esconderlos en zonas remotas. Según los últimos informes, más de un centenar de civiles israelíes han sido secuestrados y tomados como rehenes, a los que los terroristas de Hamás planean utilizar, al parecer, como auténticas monedas de cambio. El riesgo en todo esto es, obviamente, que los rehenes sean pronto asesinados o, peor aún, utilizados como escudos humanos para disuadir a Israel de lanzar un terrible asalto terrestre que ya ha anunciado.
Es esencial comprender las causas que han conducido a los sangrientos y trágicos sucesos de los últimos días. Para ello, es necesario dar un paso atrás en la historia y destacar algunos de los hitos en las relaciones israelo-palestinas. El primero es el largo proceso que condujo a la firma de los famosos Acuerdos de Oslo en 1993 por el Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin y el Primer Ministro palestino Yasser Arafat. En aquella ocasión, la OLP reconoció el derecho de Israel a existir e Israel reconoció a la OLP como representante del pueblo palestino. Un hito logrado tras décadas de lucha sangrienta y violenta a costa de vidas inocentes. Pero treinta años después, con la escalada de diversas hostilidades que nunca han remitido del todo, estos mismos derechos de existencia han sido cuestionados y devueltos al centro del conflicto.
El atentado de octubre también ha puesto en crisis los llamados Acuerdos de Abraham firmados en 2020, que, gracias a la intercesión de Estados Unidos, pretendían lograr una normalización de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Israel, y que debían ampliarse a Bahréin, Marruecos y Sudán. Las razones del ataque a Israel se esgrimieron supuestamente en nombre de la liberación de los lugares santos islámicos y la independencia de los territorios palestinos.
Pero los hechos demuestran que la reivindicación palestina es cualquier cosa menos nacional. De hecho, se trata de una reivindicación islámica fundamentalista más que territorial. De hecho, el atentado fue perpetrado por Hamás, organización extremista islámica palestina considerada terrorista por Israel, así como por la Unión Europea y Estados Unidos.
Hamás se fundó en 1987, bajo la presión de la primera intifada, precisamente para luchar contra el Estado de Israel, cuya destrucción sigue reclamando, mediante actos de terrorismo. Con el tiempo, también ha llevado a cabo numerosos atentados suicidas contra civiles y, desde 2011, ha atacado Israel con cohetes en varias ocasiones. Una de las prerrogativas de Hamás es devolver a Palestina a su estado precolonial con la creación de un Estado palestino. El atentado de Hamás empujará sin duda el conflicto de Oriente Próximo a una nueva fase, invirtiendo los avances logrados a lo largo de los años hacia un estado de paz y normalización en la región de Oriente Próximo. También está la grave cuestión de si otras tendencias, como Hezbolá en Líbano o la línea dura de Irán, podrían decidir intervenir, agravando la situación y arrastrándola a un estado aún más crítico.
En este complejo escenario geopolítico, parece claro que el papel de la comunidad internacional es más crucial que nunca. Una comunidad que, por desgracia, no ha sabido prestar la debida atención al nudo palestino, ha descuidado la situación en ciertos aspectos y hoy vive un estado absoluto de inestabilidad, guerra y demás, por el que Israel está pagando personalmente un precio inaceptable. Ahora es el momento, por tanto, de mostrar toda la solidaridad necesaria de forma tangible y efectiva, poniéndonos del lado de quienes lo merecen. Ha llegado el momento de experimentar nuevas vías de paz, de adoptar un enfoque de la pacificación distinto del del pasado, en particular dejando de abandonar a los pueblos que viven esta trágica situación. En primer lugar, la Unión Europea debe adoptar una posición firme y clara, sin vacilaciones ni temores.
Debe hacerlo cuanto antes, porque es la única manera de enviar un mensaje claro a escala internacional. Debe hacerlo tanto más cuanto que se ha caracterizado por no pocas vacilaciones y contradicciones. Desde el principio, la comunidad europea, independientemente de las posiciones de los distintos Estados miembros, no estuvo muy unida. De hecho, lo que ocurrió en la UE fue que, en pocas horas, distintos representantes de instituciones europeas expresaron posturas ambiguas sobre el conflicto palestino-israelí. El lunes 9 de octubre, durante la reunión ministerial, el Comisario de Vecindad de la UE, Olivér Várhelyi, anunció que el bloque había suspendido su ayuda a Palestina sin consultar previamente con la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
Al mismo tiempo, unas horas más tarde, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, declaró que Israel tenía derecho a defenderse, pero en el marco del derecho internacional, y añadió que la UE había acordado mantener la ayuda a los palestinos, afirmando también que: «Hay 150.000 desplazados internos y la situación humana es terrible. Así que tenemos que dar más, no menos, más. Pero entonces, el miércoles 11 de octubre, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también intervino y adoptó otra postura al respecto, quizá más firme que la condena de Hamás y el apoyo proisraelí, pero no del todo transparente.
De hecho, afirmó con firmeza lo siguiente: «Tenemos que tener clara la definición de este tipo de horror. Es terrorismo. Y es un acto de guerra. Ha sido el peor atentado dentro de Israel desde la creación del Estado. Y sólo puede haber una respuesta. Europa está con Israel. Y apoyamos plenamente el derecho de Israel a defenderse», añadiendo que «esto es una tragedia para Israel, para el pueblo judío y también para Europa», y por eso «Europa está con Israel. Europa está al lado de nuestro amigo y socio». Sin embargo, también afirmó que «nuestro apoyo humanitario al pueblo palestino no está en cuestión». Tal ambigüedad por parte de las instituciones europeas no puede ni debe aceptarse. En primer lugar porque, como hemos aprendido de la guerra en Ucrania, el mundo no puede vivir y sobrevivir si se permite y tolera que prevalezca la ley del más fuerte, en lugar de la ley de la justicia. No podemos perder el tiempo y dudar, porque, como nos ha enseñado el pasado reciente, la indecisión sólo conduce a la profundización de los conflictos y al empeoramiento de la situación de los pueblos implicados. En latín hay un dicho de Cicerón: «Historia magistra vitae», que significa que la historia es la maestra de la vida. Si efectivamente es así, deberíamos aprender de la historia, especialmente de la crisis de Rusia y Ucrania, siendo más conscientes de que la única y más poderosa herramienta es la de la coherencia, por lo que desde el primer momento debemos adoptar una postura clara y firme para prestar toda la ayuda necesaria lo antes posible y condenar con firmeza, sin vacilaciones ni temores, los atentados terroristas perpetrados.