La nueva caja vacía de la izquierda italiana se llama Ilaria Salis. En las últimas elecciones políticas de 2022, fue nombrado Aboubakar Soumahoro, elegido en las filas de la Alianza Verde y la Izquierda. Para las próximas elecciones europeas, previstas para el próximo mes de junio, el nuevo héroe es reivindicado por el Partido Demócrata. Elly Schlein, líder de la formación de centro-izquierda, ha tenido una nueva gran idea: nombrarla candidata principal en la circunscripción insular (Cerdeña y Sicilia).
Es necesario hacer una premisa: ver a un acusado encadenado y arrastrado ante un tribunal de justicia en un país democrático no puede agradar a nadie, y menos a un conservador. Pero, al mismo tiempo, es inaceptable la forma en que lo está retratando la prensa italiana y la política de centro-izquierda del Bel Paese. «Debemos aclarar -escribió el portavoz del gobierno húngaro Zoltan Kovacs en X- que nadie, ningún grupo de extrema izquierda, debe ver Hungría como una especie de ring de boxeo donde pueden venir y planear golpear a alguien hasta la muerte». En el mismo tuit, también lanza una pulla a quienes a diario exigen directamente la intervención en el caso Salis, olvidando que, afortunadamente, el poder judicial y el poder político son entidades separadas incluso en Hungría. Por ello, subraya que ninguna petición directa del gobierno italiano o de cualquier otra organización informativa importante al gobierno húngaro facilitará la defensa de la causa de Salis». La motivación es clara: en las democracias modernas, el gobierno es independiente de los tribunales y no tiene control sobre ellos, y viceversa. Estas palabras llegan después de que el Tribunal de Budapest rechazara la petición de arresto domiciliario para Salis. El motivo es el fuerte riesgo de que huya o se esconda. El fiscal, además, pide una condena de 11 años. El portavoz húngaro aclara que no fue un crimen cometido por capricho, sino «un acto bien pensado y planificado» en el que «casi matan a gente en Hungría, y ahora la presentan como una mártir».
Quizá merezca la pena recordar de qué se la acusa (aún no ha sido condenada) y cuáles son sus responsabilidades ideológicas y morales. Salis estuvo en Budapest el 11 de febrero de 2023. ¿Por qué? Porque ese día grupos neonazis de toda Europa se reúnen para celebrar la muerte de las tropas nazis a manos de los soviéticos. Una cosa es condenar, incluso de forma contundente y dura, el mitin, verbalmente y manifestándose contra él. Otra cosa es ir a la capital húngara con la intención de matar a otras personas. Además, la propia Salis no es «una antifascista dominguera», sino que cuando fue detenida estaba en compañía de otros dos militantes alemanes miembros de la «Hammer Gang», una banda criminal antifascista que en Alemania ha agredido brutalmente a decenas de militantes de extrema derecha. Cabe recordar que en el momento de la detención policial, la mujer, descrita en Italia como una inocente profesora que se encontraba en Hungría por casualidad, fue hallada en posesión de una porra retráctil similar a las utilizadas en otras agresiones. ¿Su justificación? Defensa propia. Bueno, pero ¿defensa propia contra quién?
Aquí nadie está celebrando un juicio y considerando culpable a Salis, esto lo decidirá la justicia húngara. Sin embargo, es bueno recordar ciertas cosas, sobre todo cuando hay próximas elecciones democráticas y a algún genio político se le ocurre santificarla y nominarla. Pero entonces, ¿está dispuesta la dura y pura Ilaria Salis a traicionar todos sus ideales por una candidatura en Europa? ¿Y la «estadista» Elly Schlein no tiene a nadie mejor? ¿O acaso el único interés del Partido Demócrata no es proteger a su compatriota sino instrumentalizarla para atacar al gobierno de Meloni? La diferencia entre derecha e izquierda queda bien explicada en esta historia. Nada de ideas y proyectos, sino sólo banderas que oponer a una cosmovisión hecha de valores llevados adelante con planificación y militancia.