La Unión Europea (UE) se enfrenta a un reto importante en relación con su proceso interno de toma de decisiones, en particular por lo que respecta a la regla de la unanimidad en el Consejo de la UE.
El reciente bloqueo en el Consejo de la Unión Europea provocado por Hungría, liderada por el Primer Ministro Viktor Orban, al bloquear mediante veto el envío de nuevas ayudas a Ucrania, ha planteado cuestiones fundamentales sobre la eficacia de la práctica de la unanimidad, que ha sido durante años el sistema preferido para la toma de decisiones. En este contexto, muchos expertos y políticos empiezan a reflexionar sobre la oportunidad de derogar la unanimidad e introducir un sistema de toma de decisiones más flexible y reactivo que pueda desbloquear situaciones que, de otro modo, podrían generar inestabilidad en todo el continente debido también, como ha ocurrido, a un solo país miembro.
Desde su fundación, la UE ha funcionado bajo el principio de unanimidad en el proceso de toma de decisiones del Consejo, el principal órgano decisorio de la Unión, y esto ha significado que cada Estado miembro ha tenido el poder de bloquear una decisión, haciendo del consenso un requisito absoluto para cualquier acción conjunta propuesta. Este enfoque, aunque concebido para garantizar la soberanía de los Estados miembros, puede acarrear dificultades a la hora de abordar crisis inmediatas y actuar con rapidez en respuesta a situaciones de emergencia, como las vividas en los últimos meses y en varios contextos geopolíticos de riesgo.
El caso más reciente que suscitó dudas sobre la eficacia de la unanimidad es el veto de Hungría al envío de nuevas ayudas a Ucrania. Mientras la comunidad internacional intenta apoyar a Ucrania en el contexto del conflicto en curso, el bloque húngaro ha puesto de relieve las limitaciones del actual sistema de toma de decisiones. En situaciones de crisis humanitaria y geopolítica, la necesidad de respuestas rápidas y unificadas es crucial y la actual estructura de votación corre el riesgo de comprometer la capacidad de la UE para actuar con prontitud y eficacia.
En respuesta a situaciones como el veto húngaro a Ucrania, muchos expertos y políticos han empezado a debatir abiertamente la necesidad de reformar el sistema de toma de decisiones de la UE. Una de las propuestas más debatidas es la de suprimir la unanimidad e introducir la mayoría cualificada como método estándar para las decisiones del Consejo. En un sistema de mayoría cualificada, una decisión requeriría el apoyo de un porcentaje preestablecido de Estados miembros, lo que haría más difícil que un solo país bloqueara una propuesta y agilizaría y facilitaría todo el proceso.
Existen varios argumentos a favor de la abolición de la unanimidad en el Consejo de la UE, entre ellos, la necesidad de una mayor flexibilidad que ofrece la mayoría cualificada y que permitiría a la Unión responder con mayor rapidez a los retos emergentes, como las crisis humanitarias, a la seguridad y a los cambios geopolíticos. En segundo lugar, la reforma podría contribuir a consolidar la cohesión y la solidaridad entre los Estados miembros, reduciendo el riesgo de divisiones internas que podrían debilitar la posición de la UE en la escena mundial.
Sin embargo, también hay oposición y preocupación por la reforma propuesta. Algunos Estados miembros, de hecho, pueden temer la pérdida de soberanía en la toma de decisiones y la posibilidad de verse arrollados por las decisiones de la mayoría. Además, la reforma podría plantear dudas sobre la representatividad democrática, ya que podría concentrar el poder de decisión en un número limitado de Estados miembros más grandes, que tendrían así un mayor peso en cada elección, en detrimento de los países más pequeños de la Unión.
La cuestión de la reforma de la unanimidad en el Consejo de la Unión Europea se ha hecho más urgente que nunca, a la luz del reciente veto de Hungría al envío de ayuda a Ucrania. Aunque el enfoque de la unanimidad ha sido un pilar de la toma de decisiones de la UE desde su creación, su eficacia en situaciones de crisis ha sido cuestionada. La comunidad internacional sigue de cerca el debate sobre la reforma, consciente de que la capacidad de la UE para actuar a tiempo y con eficacia puede depender de cómo aborde este reto crucial.
Alessandro Fiorentino