Uno de los grandes logros de la cumbre del G7 dirigida por Italia y celebrada en Apulia del 13 al 15 de junio fue la intervención del Papa Bergoglio en el debate sobre la Inteligencia Artificial. Por primera vez, de hecho, un Pontífice asistió a una reunión de esta cumbre: un éxito importante para el Presidente Meloni, especialmente por la profundidad y absoluta centralidad de los temas tratados por el Papa Francisco.
Una herramienta «fascinante y tremenda
Escuchar las palabras del representante de una institución milenaria sobre un tema tan actual como la Inteligencia Artificial es cualquier cosa menos obvio. De hecho, el Pontífice toca varios temas y lanza retos a la política internacional tan elevados que, como mínimo, hacen temblar las muñecas. Bergoglio habló de la Inteligencia Artificial como un instrumento «fascinante y tremendo», pero la situó firmemente en manos y decisiones de los hombres. De hecho, la IA es considerada, en la lección del Pontífice, como el fruto del extraordinario potencial creativo dado por Dios a la humanidad, una herramienta que influirá cada vez más en nuestro modo de vida, en las relaciones sociales y, en el futuro, incluso en el modo en que percibimos nuestra identidad como seres humanos. El riesgo que se recuerda es que acabemos definiéndonos -como humanos- como algo distinto de la inteligencia artificial. Un tema que no puede sino generar temor por las consecuencias que presagiaría.
Un instrumento al servicio del bien o del mal
En cualquier caso, la reflexión del Pontífice relega a la IA al papel de instrumento. De ahí que su valor último al servicio del bien o del mal dependa únicamente del uso que decidamos hacer de él. Por desgracia, en muchos casos la propia humanidad, nos recordó entonces Bergoglio, es enemiga de sí misma y del planeta. Lo que estamos viviendo, según el Pontífice, es una verdadera revolución cognitivo-industrial que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones epocales. Por un lado existe la posibilidad de un gran progreso científico y tecnológico, mientras que por otro existe la posibilidad de que el uso cada vez mayor de la inteligencia artificial pueda conducir a una mayor injusticia entre las naciones avanzadas y las que están en vías de desarrollo, entre las clases dominantes y las oprimidas.
Entre la ética y la «algorética»
Como ya se ha dicho, la reflexión del Pontífice tocó temas elevados como la ética, considerada como la condición entre libertad y responsabilidad, así como la diferencia entre elección y decisión. De hecho, Bergoglio considera que la inteligencia artificial no es más que una capacidad de elegir, basada en datos estadísticos y probabilidades, mientras que el hombre no sólo es capaz de elegir, sino también de decidir de otras maneras. Esto es lo que debe permanecer en la base de la experiencia humana, de lo contrario el temido riesgo es el de condenar a la humanidad a un futuro sin esperanza a la sola dependencia de elecciones calculadas por máquinas.
Un concepto que se conecta fácilmente con los conflictos actuales y el creciente debate sobre el uso de la IA en los escenarios de guerra con el desarrollo de armas autónomas letales. En este caso, se trata de volver a poner la dignidad humana en el centro y llevarla como piedra angular de una propuesta ética lo más compartida posible.
Es aquí donde el Pontífice recordó y amplió el concepto de «algorética», que ya había expresado al firmar el «Llamamiento de Roma por la ética de la IA» en 2020. La necesidad, por tanto, de lograr una moderación ética de los algoritmos subyacentes a estas nuevas tecnologías. El tema sigue siendo el de encontrar una jerarquía de valores compartida, y éste es el primer gran desafío lanzado por el Pontífice a los Siete Grandes y a la política internacional. El impulso de Bergoglio es encontrar un conjunto de principios compartidos que sirvan para abordar y disolver los dilemas éticos que pueden surgir en el desarrollo de estas tecnologías.
El desafío a la política
El segundo y último desafío lo lanzó el Pontífice a la clase política, y quizá sea el más importante y complejo. La política, para Bergoglio, debe ser sana para hacer frente a las grandes deficiencias estructurales de la sociedad mundial. No hacen falta pequeños parches, dijo el Pontífice, sino tener la fuerza de ir a la raíz. Sólo así se podrá dirigir una economía integrada, un proyecto político y social que mire por el bien común y que sea capaz de orientar hacia este nuevo mundo herramientas como la inteligencia artificial. Por tanto, depende de todos hacer un buen uso de la Inteligencia Artificial, pero es la política la que debe crear las condiciones para que dé realmente sus frutos.