Giorgia Meloni intervino en el Parlamento italiano en favor de la comunicación con vistas a la reunión del Consejo Europeo que se celebrará los próximos 27 y 28 de junio. Una cumbre en la que deben abordarse muchas cuestiones estratégicas difíciles, como la guerra en Ucrania y la situación en Oriente Próximo. Por no hablar de la importante y necesaria cuestión de los nombramientos tras la ronda electoral del 6 y 9 de junio. El discurso en la Cámara de Diputados italiana se produce al día siguiente de los rumores procedentes de Bruselas sobre un acuerdo «cerrado» sobre los nuevos dirigentes comunitarios. El rostro de la nueva Comisión Europea seguirá siendo Ursula von der Leyen, a menos que haya cambios por el camino. Las riendas de la política exterior comunitaria serán tomadas por la primera ministra liberal estonia Kaja Kallas, mientras que el socialista portugués Antonio Costa orquestará los trabajos del Consejo Europeo.
Enésimas opciones ideológicas que no tienen en cuenta al pueblo y el giro a la derecha de la Unión Europea certificado por la última ronda electoral. El primer ministro cree que, ante los resultados de las recientes elecciones europeas -también caracterizadas por un fuerte abstencionismo-, alguien puede tener la tentación de «barrer el polvo bajo la alfombra» continuando con viejas y decepcionantes lógicas «como si no hubiera pasado nada». El principal problema observado en esta votación es una UE «demasiado parecida a sí misma y autorreferencial», que no ha ajustado su estrategia a pesar del cambiante escenario global. Una UE que ha sido considerada por los ciudadanos demasiado estricta e invasiva a la hora de decidir «qué comer, qué coche utilizar y cómo renovar la casa». En efecto, la Unión Europea se ha transformado en «una especie de gigante burocrático» imbuido de «opciones ideológicas» que han creado «la distancia que existe hoy entre los ciudadanos y las instituciones comunitarias».
Europa tiene ahora una «difícil tarea: replantearse sus prioridades, su enfoque y su postura», acompañada de la «necesidad de hacer menos y hacerlo mejor», continuó Meloni. «Deja que sean los Estados nacionales los que decidan lo que no debe centralizarse» para centrarse en aquellas necesidades en las que los países individuales «no pueden actuar solos». He aquí, pues, la petición de Italia a la comunidad: utilizar los principios de «subsidiariedad y proporcionalidad». Una propuesta político-institucional concreta, desde este punto de vista, podría ser la formación de una «delegación específica sobre desburocratización» creada ad hoc por la Comisión Europea. Para la UE, resulta esencial dotarse de herramientas de apoyo a las inversiones que está llamada a realizar y estimular las inversiones privadas dirigidas a mercados más emprendedores. Todo esto se puede hacer utilizando el método que este gobierno está aplicando en Italia: «No molestar a los que quieren hacer». Esto significa, según el Primer Ministro, «ser atractivo para los demás» y esto puede lograrse «despejando la jungla burocrática».
Entonces surge el tema de los emigrantes. El primer derecho a garantizar es el de «no tener que emigrar», previendo la construcción de un «nuevo modelo de cooperación con las naciones africanas». Este enfoque se encuentra plenamente en «la Agenda Estratégica de la UE, en la que Italia ha dado ejemplo con el Plan Mattei para África», continuó Meloni. El concepto es claro: los gobiernos africanos no piden limosna, «no piden nuestra caridad, sino proyectos compartidos para realizar juntos y no hay nada más concreto que invertir en infraestructuras y energía».
«No permitiremos que las mafias gestionen las entradas en Italia, como creo que vienen haciendo desde hace tiempo, y me sorprende que nadie antes que nosotros se diera cuenta», motivo por el cual «presenté una denuncia ante la Fiscalía Nacional Antimafia y anuncié cambios en la ley que regula la materia».