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Era fácilmente imaginable que, con el tiempo, las cuestiones relacionadas con el desarrollo de la inteligencia artificial tendrían más espacio en el debate a nivel internacional. Prueba de ello fue, por ejemplo, la sesión de divulgación del G7 dirigida por Italia en la cumbre celebrada en Apulia del 13 al 15 de junio, centrada precisamente en estas cuestiones. En esa ocasión, la Primera Ministra Giorgia Meloni consiguió incluso la presencia del Pontífice, que abrió los trabajos con un discurso esclarecedor en el que expresó su admiración y preocupación por un instrumento que calificó de «fascinante y tremendo», a caballo entre la ética y la algoritmia.
ANUNCIOS DE INVERSIÓN
El tema de la inteligencia artificial está volviendo a aparecer en el debate internacional, en primer lugar por el deseo de Elon Musk de ampliar su interés en este campo. En segundo lugar, por el anuncio realizado por la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la sesión plenaria de la Cumbre de Acción sobre la IA en el Grand Palais, según el cual le gustaría proponer a través de la UE una inversión de 200.000 millones de euros en el desarrollo de la IA. La anunciada por von der Leyen es una alianza entre las instituciones de la Unión Europea y algunos importantes socios privados. La iniciativa, denominada «EU AI Champions Initiative», reúne a más de sesenta empresas, entre ellas grandes grupos industriales como Airbus, L’Oréal, Mercedes y Siemens, así como socios tecnológicos como Spotify y Mistral AI. El objetivo que persigue la Presidenta von der Leyen con esta nueva iniciativa es convertir a Europa en un actor principal en el ámbito del desarrollo tecnológico y la inteligencia artificial. Un deseo que iría de la mano de la decisión de la Unión Europea de centrarse en las gigafactorías, para las que ya se han destinado 20.000 millones de euros.
EL STOP A MUSK Y LA POSICIÓN DE EE.UU.
La oferta hostil de Elon Musk por OpenAI (supuestamente 97.400 millones de dólares) se realizó con el fin de recuperar la posesión de la empresa cofundada por el magnate sudafricano. Una operación que coincidió con la presencia en París de Sam Altman, antiguo socio de Musk y actual director general de OpenAI. La réplica de Altman, que en la práctica tachó de imposible la venta de la empresa, fue ofrecer (provocativamente) 9.740 millones para comprar X a Musk. Una reacción que muchos comentaristas también han señalado como parte de la incertidumbre inicial de EEUU sobre el documento final de la reunión de París, a la que asistió el vicepresidente estadounidense J.D. Vance. La firma estadounidense, así como la del Reino Unido, no se produjo finalmente (mientras que firmaron 61 países, entre ellos China e India) debido principalmente a los pasajes en los que se expresaba la voluntad de desarrollar una inteligencia artificial inclusiva. De hecho, ahora está claro que una de las batallas del magnate es contra los elementos de inclusividad de la sociedad estadounidense y los planteamientos extremistas de la cultura woke. Vance subrayó en su discurso que hay que abstenerse de desarrollar el sector de la inteligencia artificial con regímenes que se consideren autoritarios o incluso con países que tengan regulaciones excesivas. El ataque en este último caso se dirige sin duda a la Unión Europea, a la que se ha acusado en varias ocasiones de tener un enfoque excesivamente regulador de la inteligencia artificial y del desarrollo del sector por parte de las grandes tecnológicas extranjeras. Se trata de un elemento de presión que el propio Vance ya había utilizado, amenazando con llegar a retirarse de la Alianza Atlántica si la Unión Europea intervenía contra la plataforma X de Elon Musk.
REPENSAR LA ENERGÍA
Al margen de la especulación económica internacional y de los proyectos de inversión presentados por el Presidente de la Comisión Europea, hay algunos datos muy recientes que pueden aportar elementos fundamentales al debate sobre la inteligencia artificial. Se trata de las cifras proporcionadas por el último informe de la organización sin ánimo de lucro «Beyond Fossil Fuels» (Más allá de los combustibles fósiles), que parecen chocar con los objetivos de desarrollo tecnológico de la Unión Europea y con el tan cacareado (de forma ideológica mientras se aleja el debate de la crítica constructiva) Green Deal. Los datos se refieren principalmente al consumo energético de los centros de datos a nivel europeo y al aumento progresivo que este consumo podría tener en los próximos cinco años. Por tanto, no se trata de análisis a largo plazo, sino de cifras relativas a los próximos cinco años. De hecho, se calcula que en 2030 los centros de datos podrían consumir 287 TWh al año, lo que supone un aumento de aproximadamente el 160% respecto a la actualidad. Este consumo podría estar impulsado principalmente por el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial y sería comparable al consumo energético de España en 2022. Por supuesto, al analizar estas cifras, queda claro que si la creciente demanda de electricidad no puede ser totalmente soportada por las energías renovables (teniendo en cuenta también los estrictos objetivos impuestos por la Unión Europea a los Estados miembros en los próximos años), los combustibles fósiles seguirían desempeñando un papel importante, si no destacado, en el suministro energético de la Unión Europea. Es en este escenario en el que la diversificación de las fuentes de energía, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, que se ha propuesto en varias ocasiones -incluso por parte del gobierno de Meloni para Italia- puede ser el verdadero trampolín para el desarrollo tecnológico y para el giro digital que tanto necesitan los estados miembros de la UE.
EL FACTOR ENERGÉTICO Y EL PAISAJE INTERNACIONAL
Los factores energéticos y el rediseño del paisaje de la oferta son, por tanto, elementos que entran de lleno en el debate sobre el desarrollo tecnológico y la inteligencia artificial a escala de la UE. El objetivo común no es, desde luego, relegar a los Estados miembros a un papel secundario desde el punto de vista tecnológico y digital en comparación con Estados Unidos o China. De hecho, la Unión Europea debe reunir todas las características para desempeñar un papel de socio y en pie de igualdad con las demás grandes potencias comerciales y tecnológicas. Para ello, sin embargo, es necesario construir infraestructuras y replantearse las fuentes de suministro sin prejuicios ni condiciones ideológicas. Para pasar de las declaraciones de principios a los hechos, el debate sobre el Green Deal europeo o sobre la reconversión digital de los Estados miembros no puede prescindir de la reorganización de las fuentes de energía, que no puede vincularse únicamente a la voluntad de reducir las emisiones sin tener en cuenta las especificidades nacionales y las justas expectativas de los pueblos y las economías de cada uno de los Estados miembros. Para ello, no se pueden abordar las crisis y los retos de la escena internacional únicamente con prejuicios ideológicos. Lo que la Unión Europea necesita en estos momentos es volver a analizar los problemas y las cuestiones con una renovada frescura de miras, con una mentalidad abierta. Por supuesto, después del 24 de febrero de 2022, con la invasión rusa del territorio ucraniano, la diversificación de los proveedores de energía se ha convertido en una cuestión crucial para la UE. La sustitución del suministro de gas procedente de Rusia ha colocado a Italia en un papel central en relación con el abastecimiento energético. Su posición geográfica en el centro del Mediterráneo coloca a Italia en posición de ser un actor clave en la reorganización de los proveedores de energía a Europa. Pero lo que hay que tener siempre presente en este proceso -que sin duda no durará mucho- es que no se pueden anular las expectativas económicas y de crecimiento de los Estados. Esto significa que debe garantizarse la autonomía de los miembros para decidir su propia combinación energética, de acuerdo con el plan industrial y de crecimiento de una nación. Y todo ello debe ir unido a una política de aumento de las inversiones en investigación y desarrollo que vayan de la mano de la soberanía e independencia energéticas. El desarrollo digital y la inversión en inteligencia artificial no pueden, en ningún caso, separarse de la reorganización del sistema energético europeo.