La Unión Europea quiere demostrar que puede gestionar dos conflictos graves -el de Ucrania y el de Oriente Próximo- al mismo tiempo, pero es casi imposible, al menos de momento, demostrar que los 27 líderes de los Estados miembros pueden hablar con una sola voz cuando se trata del complicado contexto geopolítico actual y de las cuestiones candentes del momento. Esa parece ser la conclusión de la cumbre de otoño en Bruselas, que tenía en su agenda la evolución del conflicto en Oriente Medio, pero también un debate «estratégico» sobre la migración en la Unión Europea.
El derecho de Israel a defenderse de los despiadados ataques de Hamás y el suministro de ayuda humanitaria a la población civil de la Franja de Gaza, por un lado, y la continuación, al ritmo prometido, del apoyo militar a Ucrania, por otro, son dos cuestiones que dividen a Europa. Pero también está la cuestión migratoria y la irritación de algunos Estados miembros que se quejan de la falta de medidas concretas para evitar una nueva oleada de inmigrantes ilegales, similar a la de 2015, en medio de las tensiones en Oriente Medio.
Más allá del aspecto político, el precio que está pagando el bloque de la UE por la guerra de Ucrania le está haciendo un agujero en el bolsillo, sobre todo porque le gustaría mantener su estatus de donante principal en la prestación de ayuda humanitaria a la población palestina. En este contexto, los líderes de la UE también deben hablar de dinero. En la actualidad, hay 66.000 millones de euros adicionales para una serie de prioridades, entre ellas cubrir los crecientes costes de los intereses de la deuda de la UE. De esta cantidad, 20.000 millones de euros corresponderían a la ayuda militar a Ucrania, que el jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, pidió a los líderes de la UE en el Consejo Europeo de octubre, además de los 50.000 millones de euros de ayuda adicional de los que se había hablado anteriormente. Este fondo de 20.000 millones de euros es una nueva manzana de la discordia, no sólo porque algunos líderes europeos han planteado la idea de suspender el apoyo militar y económico a Ucrania, sino también porque algunos países -en particular Francia- preferirían que el dinero se destinara a los contratistas de defensa europeos, y los países más pequeños de Europa del Este, geográficamente próximos a la Federación Rusa, en particular Letonia, Lituania y Estonia, quieren comprar armas a un precio más bajo y que puedan entregarse desde el almacén (en el sentido de que no se necesita tiempo de espera para su producción) de Corea del Sur, Estados Unidos y Turquía.
Que la Unión Europea quiere demostrar que puede gestionar ambos conflictos al mismo tiempo lo confirma la declaración del propio Presidente del Consejo de la UE, Charles Michel, quien subrayó al término de la Cumbre de Bruselas que la situación en Oriente Próximo no distrae de la amenaza que Rusia representa para la UE.
En la misma línea, a través del canciller alemán, Olaf Scholz, Alemania había asegurado en repetidas ocasiones en las últimas semanas a Ucrania que «no debilitará su apoyo», al tiempo que era el país europeo que más declaraba -en principio incondicionalmente- su apoyo a Israel. Así, tras las conclusiones de la Cumbre de Bruselas, en las que la UE reafirmó el «derecho de Israel a defenderse» y la necesidad de «pausas humanitarias», parecen existir acaloradas disputas entre los países que priorizan el apoyo a Israel en su «defensa contra el terrorismo» y los que anteponen la necesidad de un «alto el fuego».
Según un artículo de «Le Temps», citado por euractiv.ro, la idea de una «tregua» humanitaria es popular en Francia, Bélgica e incluso España, pero es rechazada por Alemania, que la considera contraria al derecho de Israel a defenderse. Además, Alemania ha sido criticada por su apoyo a Israel, inicialmente incondicional al respeto del derecho internacional. Y la visita a Israel de la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no ha hecho sino agravar las tensiones entre ambas partes.
Lo cierto es que si la UE quiere mantener su credibilidad en Oriente Medio y poder actuar para evitar una escalada de la situación en la región, con consecuencias que podrían ser incluso devastadoras para ella, debe mantener su posición como primer donante mundial de ayuda humanitaria a la población palestina, posición desde la que puede presionar a las partes implicadas en el conflicto, afirma el artículo.
Viktor Orban: quien apoya la inmigración apoya el terrorismo
Hay Estados que se oponen con vehemencia a una política de asignación de dinero extra para la guerra en Ucrania que, según sus dirigentes, supondrá recaudar dinero extra de los miembros del bloque de la UE. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, afirma que Budapest no dará dinero extra a Ucrania basándose en propuestas que «carecen de argumentos técnicos y políticos sólidos». Subrayó en Bruselas que el principio de «dar más dinero no funcionará, lo rechazaremos», al tiempo que afirmaba que Hungría tiene un plan de paz, por lo que quiere mantener abiertos todos los canales de comunicación con Rusia, con la esperanza de que sea aceptado. En una señal de que mantiene abiertos todos los canales de comunicación con ambas partes, Orban estrechó amistosamente la mano del líder moscovita en una reunión con Vladimir Putin en una cumbre económica en Pekín, hecho del que se hizo eco con preocupación la prensa internacional. La postura de Orban sobre la asignación de más dinero del presupuesto de la UE es la misma respecto a la migración. En la cumbre de Bruselas, Viktor Orbán afirmó que Hungría no apoya la inmigración y confió en que la UE reconozca que existe un claro vínculo entre terrorismo e inmigración. Respaldó su postura afirmando que cualquiera que apoye la inmigración apoya el terrorismo.
No sólo Viktor Orban ha cuestionado la asignación de nuevas ayudas presupuestarias a Ucrania para los próximos años, sino también el nuevo Primer Ministro eslovaco, Robert Fico. La suspensión del apoyo militar a Ucrania, una política exterior independiente y medidas agresivas contra la inmigración fueron los principales temas de campaña del populista Robert Fico, elegido recientemente para un cuarto mandato al frente de Bratislava. Al igual que su homólogo húngaro, que denunció la «guerra» en la frontera serbia contra la inmigración, en la que la policía húngara ha lanzado todas sus armas, Fico también ha prometido despliegues masivos de fuerzas policiales fronterizas en su frontera con Hungría para impedir la entrada de terroristas.
Los riesgos de nuevas oleadas de inmigrantes que amenazan con «asediar» Europa, principalmente en el Mediterráneo, exigen una actuación urgente, que incluya decisiones comunes coherentes en materia de regulación y aplicación del asilo.
Mientras crece el murmullo dispar de las voces de los líderes de la UE sobre la cuestión de la migración y, en particular, sobre la asignación de fondos para aplicar nuevas medidas al respecto, el Ministro griego de Migración, Dimitris Kairidis, ha hecho recientemente un llamamiento a la solidaridad dentro de la UE en este asunto. Esto se produce en un momento en que, durante la crisis migratoria de 2015, la UE se enfrentó a una afluencia de más de un millón de personas, en su mayoría refugiados sirios, además de los procedentes del norte de África que llegaron a Grecia a través de Turquía. Pidió más vigilancia y mejor protección de las fronteras, pero también deportaciones de las personas cuyas solicitudes han sido rechazadas hoy. Kairidis afirmó que, en este contexto de mayor preocupación por la seguridad en Oriente Próximo, Grecia está en primera línea del debate de la Unión Europea sobre el elevado número de expulsiones y devoluciones de inmigrantes.
«Tenemos una situación inaceptable en la que, independientemente de si su solicitud es aprobada o rechazada, puede permanecer en Europa», dijo Kairidis, en referencia al atentado perpetrado por un tunecino armado en Bruselas. El tunecino, que vivía ilegalmente en Bélgica, llegó presuntamente a la Unión Europea a través de la isla italiana de Lampedusa en 2011 en busca de asilo político, pero fue rechazado.
«Gastamos toneladas de dinero y recursos en evaluar estas solicitudes… pero al final todo se convierte en una burla», añadió, reclamando un mecanismo europeo común para el retorno de inmigrantes.