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¿Pueden los estudios latinos volver a hacer grande a Europa?

Cultura - febrero 6, 2025

Por razones comprensibles, al estudio del latín se le ha dado cada vez menos importancia en nuestros países europeos. De ser una parte inalienable de toda educación académica en siglos anteriores, el estudio del latín se ha convertido hoy en un lujo sofisticado que sólo los estudiantes -en la mayoría de los países- con intereses específicamente humanísticos deciden disfrutar. Probablemente no sea posible ni deseable una situación en la que el latín recupere su antiguo lugar en nuestro sistema educativo europeo. Pero sería valioso que al menos garantizáramos que el latín sigue siendo una parte natural de toda la educación humanística superior.

Es interesante observar los argumentos que aducen los defensores del latín para motivar a los jóvenes a estudiar la lengua de César y San Agustín. En primer lugar, se considera que el conocimiento del latín amplía la posibilidad de que historiadores e investigadores humanísticos lean la considerable cantidad de literatura y documentos que en su día se escribieron en esta lengua. E incluso para aquellos que no son eruditos profesionales pero que pueden tener un interés general por la cultura occidental más antigua, tiene sentido, por supuesto, poder leer todos los documentos y textos antiguos escritos en latín.

El segundo argumento principal es que el estudio del latín nos forma en el pensamiento teórico y gramatical. También requiere cierta disciplina y capacidad de continuidad y persistencia para aprender suficiente latín como para desenvolverse en textos auténticos.

En ambos casos, podemos decir que el beneficio de estudiar latín se sitúa en el plano individual. Como científico de la cultura e historiador, te interesa estudiar latín. Pero el trabajo necesario para poder leer textos latinos también te obliga a pensar teóricamente y a entrenar tu resistencia.

Pero hay otra perspectiva que debe destacarse cuando hablamos de estudios latinos. Y esta vez no se trata de ningún beneficio individual o personal, sino de un beneficio civilizatorio común.

Digámoslo así. Europa necesita un nuevo Renacimiento. Cuando el Renacimiento de los siglos XV y XVI dio forma a la Europa moderna, las élites intelectuales, artísticas y políticas se identificaron con la Antigüedad grecorromana. Los europeosdel siglo XVI se hicieron una idea de la grandeza y el potencial de la civilización europea incorporando el mundo grecorromano a la propia identidad. Platón, Aristóteles, Alejandro Magno, César, Ovidio, pero también el Cristianismo, tal como aparece en el Nuevo Testamento, formaban parte de su propia comunidad civilizatoria. Así, los autores antiguos se convirtieron en sus antiguos padres, sus modelos, los que les habían mostrado el camino.

Acabamos de pasar el cambio de milenio. Vivimos en un nuevo milenio, el tercero desde el nacimiento de Cristo. Al mismo tiempo, Europa, y el mundo occidental en general, atraviesan una crisis civilizatoria. No creemos en nosotros mismos. Estamos plagados de contradicciones políticas. Muchos piensan que la migración a Europa pone en tela de juicio la cultura y la existencia de Europa. Algunos expertos culturales hablan de una «oikofobia» europea: el miedo a lo propio.

Lo que hace falta es quizá un segundo Renacimiento. Necesitamos volver a identificarnos con la gran historia de Europa. Necesitamos volver a creer en nosotros mismos, en nuestra identidad, nuestra fuerza, nuestras posibilidades. Necesitamos una vez más buscar la sabiduría en nuestra propia filosofía. Y, sobre todo, necesitamos recuperar nuestra autoestima.

Y aquí, un mayor interés por el latín y la literatura latina puede ser un factor que impulse el desarrollo en la dirección correcta. Existe un interés notable por Roma y Grecia en la cultura popular. Una película como «Gladiator» ha hecho mucho por ampliar el interés por nuestra antigüedad europea. Esto debería complementarse con una inversión sustancial en estudios de latín en nuestras escuelas y universidades, o quizás en Internet. Aprender latín no es una solución rápida, pero dada la fascinación generalizada por Roma entre muchos jóvenes de hoy en día, debería ser posible crear también un interés por la lengua latina.

Sería un bienvenido impulso a nuestra confianza cultural. Los romanos eran europeos como nosotros. Pertenecemos a la misma esfera cultural que los guerreros, escritores y mujeres romanos. Roma es nuestra historia y tenemos la obligación de transmitir el legado. Europa necesita realmente volver a ser grande.