
Tras la política poco convencional de Donald Trump respecto a Ucrania, en Europa hay una nueva conciencia de la importancia de una defensa militar europea fuerte. Donald Trump ya dejó claro durante su primer mandato que los países de Europa deberían pagar más por su propia defensa. En su momento, esto provocó fuertes reacciones, y muchos consideraron a Donald Trump poco diplomático y torpe. En retrospectiva, la mayoría ha admitido que tenía razón. Y ahora Europa también está invirtiendo mucho más dinero en reforzar su capacidad militar.
Lo que ha ocurrido desde el primer mandato de Trump como presidente es, sobre todo, que Rusia ha atacado a Ucrania. Tenemos una guerra sangrienta en el continente europeo y la mayoría de los europeos están de acuerdo en que debemos apoyar a Ucrania tanto financiera como militarmente. Pero también nos hemos dado cuenta de que debemos reforzar la defensa de nuestros propios países. Pero con ello, la cuestión fundamentalmente muy interesante de qué es lo que realmente debemos defender los europeos también ha adquirido una nueva relevancia.
A primera vista, puede parecer obvio que en Occidente debemos defender nuestra libertad y nuestra independencia. Debemos defendernos de una Rusia agresiva y debemos defender a nuestros nuevos aliados y amigos que antes formaban parte de la esfera de intereses rusa.
Pero, ¿qué ocurre si todos nos planteamos la cuestión de qué es lo que debemos defender desde una perspectiva más nacional? Sin embargo, la defensa militar de Europa la organizan principalmente las distintas naciones por separado. La defensa francesa insta a los jóvenes franceses a arriesgar su vida por Francia y la defensa sueca debe motivar a los jóvenes suecos a arriesgar su vida por Suecia. Entonces, ¿qué se supone que defienden realmente todos estos jóvenes soldados?
Lo interesante de esta pregunta es que apunta a una paradoja del Occidente moderno. La internacionalización y la globalización han debilitado hasta cierto punto a nuestros Estados-nación. El poder de los Estados-nación sobre su propia política y su propia población se ha transferido en cierta medida a organizaciones internacionales como la ONU, la OTAN y la UE. Esto nos permite afirmar que nuestras naciones occidentales han sido gobernadas hasta cierto punto por políticos antinacionalistas. Entonces, ¿por qué debemos defender nuestras distintas naciones?
De nuevo: en un mundo internacionalizado, puede decirse que tenemos que defender nuestra libertad, nuestra independencia y nuestro derecho a adherirnos a cualquier organización internacional. Pero entonces se plantea la cuestión de por qué un soldado sueco debe defender a Suecia y no a toda Europa Occidental o por qué un francés debe defender su libertad en Francia si la misma libertad existe también en Gran Bretaña o Dinamarca.
A lo que quiero llegar es a que la cuestión de qué es lo que realmente defendemos puede hacer que la gente piense de forma algo más conservadora. Porque no sólo defendemos nuestra libertad y nuestra prosperidad, sino también nuestros Estados-nación y nuestras culturas nacionales específicas.
En el caso de Ucrania, defienden su derecho a ser algo distinto de un Estado vasallo ruso. Pero también defienden su derecho a poseer y desarrollar una identidad que sea algo distinto de la identidad rusa. Del mismo modo, todos los europeos occidentales podemos decir que defendemos nuestro derecho a ser europeos en nuestros propios términos. Defendemos nuestro derecho a poseer y mantener nuestras propias culturas y nuestras propias identidades. Por supuesto, defendemos nuestra soberanía y nuestra independencia. Pero al hacerlo, también nos defendemos a nosotros mismos, nuestra cultura y la continuidad cultural que recorre la historia y que nos une al pasado y al futuro.
Así que quizá deberíamos pensar que el actual conflicto con Rusia ha contribuido al menos a reforzar la identidad europea. Ha contribuido a reforzar nuestra autoestima y nuestra conciencia de quiénes somos y de lo que tenemos. Y eso probablemente pueda considerarse algo positivo.