Hay granjas y granjas, las que respetan las leyes y las que por afán de lucro deciden entrar en la ilegalidad.
Satnam Singh, el joven de 31 años que murió en la zona agrícola de Pontine tras sufrir la amputación de un miembro mientras trabajaba en el campo, fue víctima de una de ellas. Una muerte atroz que pone de manifiesto, por si hiciera falta alguna prueba, la falta de escrúpulos de los empresarios que explotan a estos pobres desgraciados a cambio de unos pocos euros.
El fenómeno de la explotación de los trabajadores es un fenómeno conocido y tristemente conocido con el nombre de caporalato.
El caporalato es una lacra social y laboral que asola Italia, especialmente, pero no sólo, en las regiones del sur. Este fenómeno consiste en la explotación ilegal de mano de obra, a menudo en condiciones de semiesclavitud, por intermediarios ilegales, llamados «caporali». Estos individuos reclutan trabajadores, principalmente inmigrantes a menudo ilegales, para emplearlos en sectores como la agricultura, violando la legislación laboral y los derechos humanos fundamentales.
El caporalato tiene profundas raíces en la historia agrícola italiana, pero es en las últimas décadas cuando ha adquirido proporciones alarmantes. Las causas son múltiples y complejas. Por un lado, existe la necesidad de mano de obra barata para mantener competitivos los precios de los productos agrícolas italianos en los mercados internacionales. Por otra, la presencia de una población migrante vulnerable, a menudo sin permiso de residencia, que es fácilmente explotable.
Los trabajadores son reclutados de manera informal y transportados a los lugares de trabajo en condiciones inhumanas. Las jornadas de trabajo son agotadoras, con turnos de más de 12 horas, sin descansos y en condiciones meteorológicas a menudo extremas. Los salarios son míseros y, en muchos casos, los trabajadores también tienen que pagar a los jefes una cuota por el transporte y el alojamiento, que a menudo resulta ser ruinoso y estar abarrotado.
Las consecuencias del «caporalato» son devastadoras tanto a nivel humano como económico. De hecho, esta explotación genera un círculo vicioso de ilegalidad que perjudica también a las empresas honradas, que se ven obligadas a competir con las que recurren al trabajo ilegal y al «caporalato» para reducir costes.
En los últimos años, el gobierno italiano ha tomado varias iniciativas para combatir el caporalato. En 2016 se aprobó la Ley 199, que introdujo medidas más duras contra la explotación laboral, aumentando las penas para las empresas y los empresarios cumplidores. La ley también prevé la incautación de bienes y empresas implicados, así como programas de asistencia y protección para las víctimas.
En 2022, el ministro de Agricultura, Soberanía Alimentaria y Bosques, Francesco Lollobrigida, firmó el decreto interministerial sobre «condicionalidad social». La medida pretende garantizar unas condiciones de trabajo adecuadas, proteger las normas de salud y seguridad en las explotaciones y luchar contra el «caporalato» y el fenómeno de la explotación de los trabajadores del sector.
Pero, además de la legislación, es esencial un cambio de paradigma cultural. Sensibilizar a la opinión pública y promover prácticas agrícolas éticas son pasos cruciales. Hay que animar a las empresas a que certifiquen su cadena de producción y garanticen unas condiciones de trabajo dignas.
El Caporalato representa una grave violación de los derechos humanos y un obstáculo para el desarrollo económico y social de Italia. Su erradicación requiere un compromiso conjunto del gobierno, las empresas, los consumidores y la sociedad civil. Sólo mediante una acción coordinada y una mayor concienciación podremos poner fin a esta forma moderna de esclavitud y construir un mercado laboral más justo y equitativo para todos.
Es en esta perspectiva en la que se mueve estos días el gobierno italiano.
La ministra Lollobrigida y el ministro Calderone, responsables de asuntos agrícolas y laborales respectivamente, anunciaron un nuevo paso en la lucha contra el «caporalato» durante una reunión celebrada en el Ministerio de Trabajo. «El objetivo común es declarar la guerra al ‘caporalato’ e intensificar las acciones para contrarrestar un sistema que mortifica el trabajo», explicó el ministro Calderone al término de la reunión, «poniendo en peligro vidas humanas y obstaculizando el crecimiento de un sector estratégico como la agricultura».
El ministro Lollobrigida comentó: «Debemos acelerar las herramientas normativas para luchar contra el fenómeno del ‘caporalato’ también a través del decreto agrícola», y añadió: «Una de las cosas que surgieron de la reunión es que en estas situaciones se produce un fenómeno: la criminalización de uno de los eslabones de la cadena. Estas muertes dependen de los delincuentes, no del sistema agrícola’.
Por tanto, la guerra contra esta práctica explotadora continúa, y trata de dotarse de nuevas herramientas, ante todo de control. Es una guerra difícil, sobre todo porque lucha, por un lado, contra la deshonestidad de empresarios sin escrúpulos y, por otro, contra la omertà de los explotados, temerosos de perder esos pocos euros que a menudo son necesarios para mantener a familias enteras.
En esto tenemos muchas esperanzas de que el gobierno italiano consiga por fin tomar medidas sustanciales, pero sin duda necesitará la ayuda de las empresas virtuosas y también de los consumidores, que pueden poner de su parte eligiendo productos que garanticen el respeto de los derechos de los trabajadores.
FeMo