Ah, 2025, por fin. ¿Será el año en que los movimientos conservadores de Europa se preparen para cabalgar una ola triunfante o se enfrentarán a la reacción violenta que los frenó en seco hace diez años? Demos un paseo por el panorama actual y veamos qué puede deparar el futuro a las facciones de derechas de Europa, con varios ejemplos de partidos políticos y políticas europeas.
La deriva hacia la derecha: Recapitulación
Por si has estado viviendo bajo una roca (o tal vez ignorando felizmente las noticias), 2024 fue un año excepcional para los partidos conservadores y de extrema derecha de Europa. En las elecciones al Parlamento Europeo, estos grupos obtuvieron un apoyo sin precedentes, desplazando efectivamente el panorama político hacia la derecha. No fue una casualidad ni un hecho aislado. La oleada fue impulsada por un cóctel de estancamiento económico, consecuencias de la inmigración (como el aumento de la delincuencia) y un sentimiento general de «no vamos a tolerar más lo mismo de siempre». Los votantes de todo el continente decidieron que los partidos centristas tradicionales eran tan útiles como una tetera de chocolate, lo que condujo a importantes ganancias para las facciones nacionalistas, conservadoras y de derechas en general. No nos engañemos; el ascenso de la derecha europea no se produjo en el vacío. Figuras carismáticas como Jordan Bardella en Francia y Giorgia Meloni en Italia han sido decisivas en este cambio ideológico. Sus plataformas, impregnadas de nacionalismo y armadas con agudas críticas a las políticas de la Unión Europea, han resonado en una población cansada del statu quo. Estos líderes han sabido aprovechar la angustia colectiva de sus naciones, ofreciendo soluciones que van desde lo extremadamente racional a lo controvertido en ocasiones.
Cambios en la política energética: ¿Lo verde está pasado de moda?
Uno de los cambios más notables se ha producido en la política medioambiental. El Partido Popular Europeo (PPE), de centro-derecha, está presionando para que se anule la prohibición de los vehículos con motor de combustión para 2035, argumentando que ejerce una presión indebida sobre la ya asediada industria automovilística europea. En su lugar, proponen permitir los motores tradicionales que utilizan biocombustibles y otras alternativas de bajas emisiones. Esta medida ha sido recibida con una mezcla de aplausos y palmas en la cara, dependiendo del lado del debate climático en el que te encuentres. Pero subraya una tendencia más amplia: los movimientos conservadores desafían cada vez más las políticas progresistas, especialmente las que se perciben como perjudiciales para los intereses económicos. En el actual debate sobre el futuro energético de Europa, las facciones de derechas se han posicionado cada vez más como firmes defensoras de la energía nuclear. Esta postura refleja una divergencia ideológica más amplia respecto a las políticas energéticas verdes defendidas por los movimientos progresistas y de izquierdas. Para los conservadores, la energía nuclear ofrece una solución pragmática a los retos energéticos de Europa, sobre todo cuando el continente se enfrenta a problemas de seguridad energética, presiones económicas y la necesidad de reducir las emisiones de carbono. La justificación del apoyo a la energía nuclear se basa en su fiabilidad y eficiencia percibidas. A diferencia de la energía solar y eólica, que están sujetas a la variabilidad meteorológica, la energía nuclear proporciona un suministro energético constante y estable. Esta fiabilidad atrae a las facciones conservadoras, que a menudo critican las iniciativas de energía verde como poco fiables o excesivamente dependientes de las subvenciones. Líderes como Giorgia Meloni en Italia y Marine Le Pen en Francia han destacado la importancia de mantener una combinación energética diversificada, con la energía nuclear como piedra angular de sus estrategias para garantizar la independencia energética. Las consideraciones económicas también desempeñan un papel importante en el apoyo de la derecha a la energía nuclear. Muchos movimientos conservadores argumentan que la transición a las energías renovables ha sido costosa para los hogares y las empresas, contribuyendo a la inflación y a la tensión económica. Por el contrario, la energía nuclear se considera una inversión a largo plazo que puede proporcionar una elevada producción energética con menores costes de funcionamiento a lo largo del tiempo. Esto concuerda con las prioridades conservadoras de responsabilidad fiscal y competitividad económica. El contexto geopolítico refuerza aún más la defensa derechista de la energía nuclear. La crisis energética exacerbada por la invasión rusa de Ucrania subrayó la dependencia de Europa de fuentes energéticas externas, en particular del gas natural. La energía nuclear, producida en gran parte en el país, se considera un medio de aumentar la seguridad energética y reducir la dependencia de las importaciones procedentes de regiones políticamente inestables. Sin embargo, este apoyo no está exento de polémica. Los ecologistas y los grupos progresistas suelen rebatir que la energía nuclear plantea riesgos significativos, como los problemas de la eliminación de residuos radiactivos y la posibilidad de accidentes catastróficos. Las facciones de derechas han abordado estas preocupaciones haciendo hincapié en los avances de la tecnología nuclear, como los pequeños reactores modulares (SMR), que prometen un despliegue más seguro y flexible.
Cambios en la política de inmigración: La Puerta Parece Estar Cerrándose
En la reunión de otoño del Consejo Europeo, la inmigración volvió a ocupar un lugar central. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, prometió una nueva legislación para facilitar las expulsiones, junto con el Pacto de Migración y Asilo. A pesar del descenso de las entradas irregulares, el clima político se ha desplazado hacia la derecha, lo que ha permitido endurecer la postura ante la inmigración. Países como Alemania han restablecido los controles fronterizos, y naciones como Holanda y Hungría pretenden salirse del Pacto de Migración y Asilo. Es una verdadera prueba de cambios políticos, todos ellos apuntando hacia un enfoque más conservador sobre quién puede llamar hogar a Europa. La cuestión de los inmigrantes indocumentados y su asociación con actividades delictivas ha sido un tema polémico en Europa, que a menudo ha alimentado los debates políticos y la preocupación pública. En los últimos años, varios ataques públicos de gran repercusión perpetrados por ilegales han intensificado el escrutinio sobre las políticas de inmigración, y las facciones conservadoras y de extrema derecha han pedido controles fronterizos más estrictos y medidas de deportación. Los incidentes ocurridos en Francia, Alemania y Suecia -donde los autores de los ataques fueron identificados posteriormente como inmigrantes indocumentados- han desatado la indignación nacional. Estos casos han ido desde apuñalamientos en espacios públicos hasta actos de violencia coordinados, a menudo dirigidos contra civiles en zonas densamente pobladas. Los comentaristas conservadores sostienen que la falta de controles adecuados de los antecedentes de los inmigrantes indocumentados aumenta el riesgo de que entren en Europa personas con tendencias violentas o extremistas. Señalan las lagunas en los sistemas de asilo y deportación, que a veces permiten que los solicitantes de asilo rechazados permanezcan en la región, como un factor que contribuye a la vulnerabilidad de la seguridad.
Cambios en la política económica: ¿Más responsabilidad?
Las previsiones económicas para Europa no son precisamente halagüeñas. Con unas previsiones de crecimiento que rondan un tibio 0,8% para 2025, existe una palpable sensación de ansiedad financiera. Los movimientos conservadores han aprovechado esta incertidumbre, posicionándose como los campeones de la responsabilidad fiscal y la reactivación económica. Los conservadores critican con frecuencia los elevados niveles de deuda pública y el gasto deficitario, a menudo asociados a políticas sociales progresistas. Abogan por presupuestos equilibrados, argumentando que frenar el gasto público -sobre todo en programas de bienestar- evitará las crisis fiscales. Además, un tema común entre las propuestas conservadoras es la reforma fiscal. Partidos como la CDU alemana y los Hermanos de Italia han defendido recortes fiscales para las empresas y las rentas medias, con el objetivo de fomentar la inversión, la creación de empleo y el gasto de los consumidores. Además, proponen racionalizar las normativas burocráticas, que afirman que ahogan a las pequeñas y medianas empresas (PYME), columna vertebral de las economías europeas.
Conclusiones
Entonces, ¿2025 será un buen año para los movimientos conservadores en Europa? Todo apunta a que «probablemente». El impulso adquirido en 2024 ha sentado las bases para una mayor influencia, sobre todo en la configuración de las políticas sobre inmigración, economía y medio ambiente. La influencia externa de una presidencia de Donald Trump en Estados Unidos también reforzará la credibilidad de sus aliados ideológicos europeos, pero ése es un tema que requiere un amplio análisis. Sin embargo, cabe señalar que las divisiones internas y los retos de la gobernanza real podrían plantear obstáculos importantes. Después de todo, una cosa es criticar desde la barrera y otra muy distinta estar en el asiento del conductor sin estrellar el coche. Sin embargo, una cosa es segura: va a ser un viaje interesante.