Las próximas elecciones abren una importante cuestión geopolítica.
2024 es un año decisivo a nivel político mundial: no sólo por las elecciones europeas, no sólo por las presidenciales estadounidenses, sino también por muchos acontecimientos electorales en todo el mundo que, sin embargo, pueden cambiar significativamente el tablero geopolítico.
La primera nación -por muy apropiado que sea este término en el caso que nos ocupa- que se somete a votación es Taiwán, el domingo 13 de enero. Los ciudadanos taiwaneses están llamados a elegir al nuevo Presidente del archipiélago, tras expirar el segundo mandato de Tsai Ing-wen (DPP, próxima a RE). Los candidatos ya son conocidos y representan a todo el esquema político taiwanés.
El candidato del DPP, el partido gobernante, es el actual Vicepresidente William Lai. El Partido Democrático Progresista es el partido que ha hecho del anticomunismo y el nacionalismo taiwanés sus principales luchas y -a pesar de ser más de izquierdas en cuestiones económico-sociales- se opone ferozmente a la reunificación con China, defendiendo más bien la tesis de la independencia de ésta.
El principal contrincante de Lai es Ho Yu-ih, actual alcalde de Nuevo Taipei y candidato del Kuomintang (KMT, próximo al PPE). Cualquiera que conozca un poco la historia china sabe que el Kuomintang fue el principal rival de los comunistas chinos y que la división entre Taiwán y la propia China deriva de la disputa por la soberanía china surgida de la guerra civil entre los nacionalistas dirigidos por Chiang Kai-shek y los comunistas bajo la égida de Mao Zedong, huyendo los primeros a Taiwán tras la derrota. A pesar de los duros conflictos con los comunistas y de formar parte de diversas organizaciones internacionales de centro-derecha, entre las que también se encuentran los republicanos estadounidenses, el Kuomintang avanzó hacia posiciones más favorables a la reunificación, aunque luego se decantó por una «tercera vía», es decir, ni independencia ni unificación.
El tercer y último candidato es Ko Wen-je, ex alcalde de Taipei (TPP), que se presenta como un candidato alternativo, más devoto del pacifismo y el reformismo que sus rivales. El desafío, sin embargo, parece concentrarse principalmente entre el DPP y el Kuomintang, incluso en la retórica china.
En efecto, entrevistado por el diario Le Monde, el Ministro de Asuntos Exteriores de Taiwán denuncia cómo China lanza una propaganda masiva según la cual una victoria de Lai conduciría a la guerra y a una ralentización del crecimiento, mientras que el éxito del Kuomintang garantizaría la paz y la prosperidad. China tiene todo el interés en deshacerse del DPP tras los 8 años de presidencia de Tsai Ing-wen, que siempre se ha posicionado como partidaria de la independencia de Taiwán hasta el punto de recibir en varias ocasiones a destacados miembros del gobierno estadounidense.
Los deseos de Xi Jinping, sin embargo, son muy diferentes de la voluntad política del DPP: en su discurso de Año Nuevo, el presidente chino afirmó que «China se reunificará definitivamente en Taiwán», y añadió que «todos los chinos a ambos lados del Estrecho deben estar unidos por un objetivo común y compartir la gloria de la renovación de la nación china.» Xi también hizo una serie de promesas, como el aumento de las reformas, la apertura «a todos los niveles», un desarrollo económico animado y la promoción de la educación, añadiendo también que Hong Kong y Macao nunca dejarán de contar con el apoyo del Gobierno chino.
Independientemente del juicio sobre el apoyo chino a Hong Kong, es un hecho que China ha intensificado la presión militar sobre Taiwán con ejercicios regulares en aguas del archipiélago que, combinados con las declaraciones de Año Nuevo, no hacen sino dibujar escenarios aterradores para el futuro de Taiwán.
Sin embargo, no debemos mirar el asunto con indiferencia: una posible escalada militar entre China y Taiwán llevaría inevitablemente también a la implicación estadounidense, dado que Taiwán siempre ha sido defendido por Estados Unidos, que apoya las capacidades militares de la isla. El problema es también productivo: más del 60% de los semiconductores del mundo se fabrican en Taiwán, lo que garantiza una gestión aún libre de relaciones comerciales a nivel tecnológico. La sumisión a China sería inevitablemente una victoria para el gigante asiático, que compraría otra «materia prima» para dominar el mercado.
El sábado 13 de enero será una fecha para Taiwán en la que se escribirá la historia: seguir «resistiendo» a la injerencia china o reunificar progresivamente el archipiélago con la República Popular China. En cualquier caso, las consecuencias globales de esta elección serán considerables.