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Con el estilo que ha acompañado toda su carrera, primero como empresario y luego como político, Donald Trump quiso volver a hacer suyo el escenario el 13 de febrero. Podría haber esperado al discurso de su adjunto JD Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich, previsto para el 14 de febrero, pero en lugar de eso se adelantó y anunció contactos directos con Putin y Zelensky, naturalmente dentro del tema del conflicto en Ucrania. Con Putin, según dijo el magnate a los periodistas en la Casa Blanca, ya se ha hablado de una reunión en Arabia Saudí, y en un futuro próximo podría vislumbrarse un «alto el fuego» en territorio ucraniano. Todo ello justo cuando la prensa internacional, así como las cancillerías europeas, empezaban a preguntarse qué había sido del plan anunciado en la campaña electoral por Trump para resolver la situación en pocas horas. Ahora llegan las declaraciones de intenciones.
LOS TÉRMINOS DE LAS NEGOCIACIONES
Los términos iniciales del debate son bastante interesantes y dejan el campo abierto a diversos análisis. Por supuesto, con un asunto tan polifacético como el conflicto de Ucrania, los análisis de los resultados de las operaciones y negociaciones no pueden sino ser igualmente complejos. Se puede empezar intencionadamente por las declaraciones de Trump sobre el destino de Ucrania dentro de la Alianza Atlántica. Según el magnate, de hecho, no habría asiento en la OTAN para Kiev. Al menos no en un futuro próximo. Esto, como también señaló el dirigente ucraniano, implicaría la necesidad de que Kiev estableciera una instalación militar (incluso después del final del conflicto) que mantuviera la seguridad de la frontera oriental del mismo modo que lo harían las fuerzas de la OTAN en virtud del Artículo 5. Por supuesto, Ucrania teme que cualquier acuerdo que pueda alcanzarse que no contenga compromisos militares estrictos (como probablemente sólo lo haría la adhesión a la OTAN en este momento) sólo haría el juego a Moscú. De hecho, Rusia tendría tiempo para recuperarse, reagruparse y volver a atacar el territorio de Kiev, segura ahora de que las fuerzas de la OTAN se mantienen firmes y de que existe una impunidad sustancial.
FONDOS Y ELEMENTOS DE TIERRAS RARAS
Un tema de absoluto interés sería la petición de EEUU sobre el suministro de cierta cantidad (al parecer entre 300 y 500 mil millones de dólares) de elementos de tierras raras. Estos elementos son materiales esenciales para la producción de aparatos tecnológicos, que para EEUU se han convertido en una de las bazas insustituibles en el enfrentamiento con el gigante asiático. En esto es en lo que, al parecer, se está centrando estos días el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, que ha presentado a Zelensky un proyecto de acuerdo de cooperación económica a cambio de un apoyo material continuado por parte de EEUU. Por su parte, Ucrania ya ha manifestado su disposición sustancial a cooperar con EEUU en el ámbito de la extracción de recursos. Actualmente no está clara la contrapartida de este intercambio. No ha habido notas oficiales, aunque recientemente el propio magnate destacó cómo EEUU, en comparación con los países europeos, ha asegurado a Kiev la mayor parte de la ayuda, que asciende a unos 300.000 millones de dolp, putin, zelensky, eulares. Por tanto, un quid pro quo, al menos por la continuidad del apoyo, podría ser la base del acuerdo imaginado por la nueva Administración estadounidense.
EUROPA EN EL FONDO
Si por un lado es importante analizar cómo los intereses de EEUU en esta coyuntura se han inclinado hacia los recursos minerales del territorio ucraniano, y cómo la pertenencia a la Alianza Atlántica ha sido dejada de lado (de nuevo por Washington), por otro lado el papel de las cancillerías europeas en todo este escenario sigue siendo más bien marginal. Los países europeos han insistido repetidamente en el principio de que las negociaciones y los acuerdos no pueden alcanzarse sin Kiev y la UE, pero esto parece no haber impresionado a Trump. De hecho, ninguno de los Estados miembros de la UE participa actualmente en las conversaciones. Esto es aún más problemático si se tiene en cuenta el principio -expresado esta vez por EEUU- de que no será la OTAN la que garantice la seguridad de Kiev. Por tanto, la carga del control de la frontera oriental podría recaer casi con toda seguridad en los países de la UE, sin que hayan podido hacer oír su voz.