El nuevo paradigma de la seguridad europea que ha tomado forma desde el 24 de febrero de 2022, cuando las tropas de la Federación Rusa invadieron el territorio ucraniano, debe necesariamente hacer que los Estados miembros de la UE se replanteen los pilares de su Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). El riesgo de una escalada entre Rusia y los países de la UE y la OTAN aumenta a medida que la doctrina de seguridad rusa se inclina más, por ejemplo, hacia el uso de dispositivos nucleares tácticos en territorio ucraniano. Una guerra a las puertas de Europa, librada con una lógica militar del siglo pasado unida a tecnologías de vanguardia que llegan hasta el uso de la inteligencia artificial, no puede sino plantear un desafío a la seguridad y la estabilidad de la Unión Europea. Al mismo tiempo, la crisis en Oriente Medio con los enfrentamientos en la Franja de Gaza hace necesario disponer de nuevos instrumentos más capilares para hacer valer la diplomacia y la política exterior común de los países de la UE. Esto es tanto en consideración de una mitigación de las consecuencias dentro de las fronteras de los estados miembros, como en términos del papel que la UE podría desempeñar en el proceso de paz de Oriente Medio. El escenario africano, así como los retos tecnológicos y militares, que no abordaremos en este artículo pero que sin embargo representan una reflexión importante para comprender el cambio del escenario internacional, son por tanto sólo algunos de los aspectos a tener en cuenta para renovar la política exterior y de seguridad común de la Unión Europea.
EVOLUCIÓN DEL CFSP
Desde 1970, con la Cooperación Política Europea -verdadero pródromo de la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión-, el escenario internacional ha cambiado mucho, mientras que los pilares comunes entre los Estados miembros no han experimentado el mismo desarrollo e integración. Y ello a pesar de que, ya entonces, se activaron las primeras formas de coordinación entre las políticas exteriores de los Estados miembros, con consultas regulares y, cuando era posible, la publicación de declaraciones conjuntas sobre crisis y escenarios internacionales. En 1992, con la transformación de la Comunidad Económica Europea en Unión Europea, el Tratado de Maastricht introdujo el segundo pilar: el de la Política Exterior y de Seguridad Común. El escenario ha cambiado totalmente, con una Europa que se despierta tras la caída del Muro de Berlín en un mundo totalmente nuevo y con paradigmas diplomáticos y de seguridad que hay que reescribir. El objetivo era integrar aún más las políticas exteriores para que la incipiente UE pudiera desempeñar un papel importante en la escena mundial, especialmente en relación con los desequilibrios generados por el final de la Guerra Fría y la disolución de la URSS. Posteriormente, con el Tratado de Ámsterdam, la PESC se dotó de un instrumento más: el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Se trataba de un papel totalmente innovador que, junto con la posibilidad de que la UE promoviera operaciones de mantenimiento de la paz, debería haber creado las condiciones previas para reforzar el papel internacional de la UE. Desde entonces, con el Tratado de Lisboa de 2009, la PESC ha permanecido prácticamente sin cambios y ahora, dado el nuevo panorama de crisis en las fronteras orientales de Europa, necesitaría un interés renovado por parte de los Estados miembros.
SALVANDO LAS DISTANCIAS
Si observamos el panorama internacional y los retos en el ámbito de la seguridad y la política exterior que exigen cada vez más respuestas comunes, parece claro que la Unión Europea va muy retrasada en la definición de una verdadera política exterior y de seguridad común. Es un problema que se hace cada vez más evidente para el público cuando el mundo de la información dibuja un escenario fragmentado, con las distintas cancillerías europeas cada vez más divididas en grupos y clusters. Un ejemplo de ello es la postura, no siempre unida, que han adoptado los distintos Estados miembros ante la invasión rusa de Ucrania. Se observan discrepancias tanto en las declaraciones políticas como en la cooperación en materia de defensa y los envíos de armas. Aunque las diversas medidas de las sanciones económicas contra Rusia que se han aprobado parecen ser una postura común importante, las relaciones bilaterales y las declaraciones realizadas por las diversas cancillerías son bastante diferentes. Las amenazas internacionales que van apareciendo poco a poco a las puertas de Europa exigen que el retraso acumulado en todas estas décadas pueda cerrarse de alguna manera. Se trata de aplicar políticas útiles para aumentar la autoridad internacional de la Unión Europea y de las posiciones adoptadas por los Estados miembros de forma unificada a través de la Política Exterior y de Seguridad Común. La paz y la estabilidad dentro de la Unión Europea deben lograrse, por tanto, mediante la autoridad renovada de la propia UE y la toma de conciencia de sus propios intereses. La protección de estos dos elementos debe ser la piedra angular de toda una estructura política y diplomática que, de forma comunitaria, deben poner en marcha los estados miembros en la PESC.
PRIORIDADES
Por supuesto, las prioridades de este renovado interés por la Política Exterior y de Seguridad Común no pueden separarse de la escena internacional. El principal compromiso debe ser necesariamente prevenir y desactivar todos los conflictos. El ejemplo más pertinente de este aspecto lo representa sin duda el esfuerzo por lograr una paz justa en Ucrania, que pueda garantizar la integridad territorial de la nación agredida y devolver la atención y el respeto debidos a los principios básicos del derecho internacional. Otra cuestión, ya mencionada anteriormente pero que merece la pena recordar una vez más, es el conflicto en Oriente Medio. La agresión contra el Estado de Israel el 7 de octubre por parte de Hamás, a la que siguió la operación de tropas armadas de las FDI, representa una crisis de gran envergadura no sólo en la región, sino a escala mundial. Prueba de ello son las fricciones y la escalada con Irán, o las operaciones de piratería y los atentados perpetrados por los Houthis yemeníes, de los que hablaremos más adelante. La aspiración de la Unión Europea en este caso, además de venir a representar un elemento de estabilidad, es trabajar por la consecución del principio de «dos pueblos, dos Estados». La mediación europea, incluso antes que la de Estados Unidos, debe, en este escenario, dar realmente sus frutos y encaminar la crisis hacia una solución.
OPERACIONES CONJUNTAS
Una cuestión que ya se ha introducido es la amenaza de los Houthis yemeníes, desde noviembre pasado, contra la libre navegación en el estrecho de Bab Al Mandeb y el sur del Mar Rojo. Una situación estrechamente relacionada con la crisis de Gaza que ha llevado a muchas compañías navieras a revisar sus rutas comerciales para circunnavegar África. Una ruta más larga y cara que ha generado problemas para el comercio mundial. La respuesta europea fue el lanzamiento, el 19 de febrero de 2024, de la operación defensiva de seguridad marítima denominada EUNAVFOR ASPIDES, bajo mando táctico italiano. Grecia, Francia, Bélgica, Suecia y Alemania (a las que pronto se unirán los Países Bajos) también participan en la operación, cuyo objetivo es garantizar la protección de la libertad de navegación en las zonas del Mar Rojo, el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo septentrional, al norte del paralelo de Mogadiscio. El apoyo conjunto a esta misión, esencial para la seguridad del comercio y la producción europeos, debe ser un ejemplo del tipo de compromiso conjunto que vincula estrechamente el cuidado y la protección de los Estados miembros con la creación de una autoridad internacional europea en la pacificación y la consolidación de la seguridad en zonas de alto riesgo como las que se encuentran bajo la influencia de los ataques de los Houthi yemeníes.