En un futuro próximo, la escena política europea tendrá que contar con políticas de natalidad que a menudo no representan las verdaderas demandas de los ciudadanos. Sobre todo ante unas cifras de natalidad cada vez más difíciles de mirar con esperanza.
El choque mediático del G7
Especialmente en Italia, pero con resonancia también en los principales periódicos europeos e internacionales, se desarrolló un caso -completamente mediático y sin ningún fundamento- en torno a la supuesta imposición de la Primera Ministra Giorgia Meloni de eliminar la palabra «aborto» de la declaración final de la Cumbre del G7. Un caso que recibió amplia cobertura en los principales medios de comunicación, pero que -como también declaró el Primer Ministro Meloni- no tenía base real en las negociaciones sobre el texto. De hecho, la propia Meloni dejó muy claro que no se trata de recortes de derechos, sino que la referencia en este tipo de documentos no es a cuestiones individuales, sino a declaraciones anteriores, como la declaración de Hiroshima en este caso. Un texto en el que el pasaje sobre la necesidad de garantizar el acceso al aborto libre y seguro era muy claro. También en esa ocasión, la Primera Ministra Meloni declaró que no quería en modo alguno modificar la ley 194 (sobre el aborto), considerando necesaria su aplicación en todas sus partes. Una polémica, por tanto, montada a propósito, que no se refleja en la realidad de las reuniones de la cumbre. Una pelea fingida que, sin embargo, tiene el mérito de dejar claro cómo las cuestiones relativas a la natalidad -y las políticas que la fomentan- deben tener un lugar y un peso cada vez mayor dentro del debate europeo, especialmente tras el resultado de las últimas elecciones europeas. En este caso, es imposible no tener en cuenta las demandas que los ciudadanos de los estados miembros han hecho llegar a las instituciones europeas con sus votos.
Cifras de natalidad en Europa
Son los mismos datos facilitados en marzo de 2023 por Eurostat sobre la tasa de natalidad en Europa que tienen preocupadas en no poca medida a las cancillerías europeas y a las instituciones de la UE. En 2021, de hecho, la media europea se situó en 1,53 nacimientos por mujer. Esto dio lugar a un total de 4,09 millones de nacimientos en ese año. Aunque esto pueda parecer una mejora en comparación con 2020, cuando sólo nacieron 4,07 millones de nuevos bebés, la tendencia general desde 2008 sigue siendo a la baja (teniendo en cuenta que ese año nacieron 4,68 millones de bebés). La situación no mejora si miramos a Italia, hoy con una tasa de natalidad en mínimos históricos. Estamos hablando de 1,25 nacimientos por mujer, cifra sólo superada por España, que tiene 1,19, y Malta, con 1,13. Los primeros puestos del análisis de Eurostat los ocupa Francia, con 1,84 hijos nacidos por mujer, seguida de la República Checa (1,83), Rumanía (1,81) e Irlanda (1,78).
Políticas de natalidad a aplicar
Los datos, así como el tenor del debate, dejan claro que Europa se enfrenta a un momento histórico en el que la población crece cada vez menos, mientras que la edad media de sus habitantes aumenta año tras año. Esta contingencia de descenso de la natalidad y envejecimiento de la población tiene varias repercusiones en el sistema europeo. El primer gran impacto se produce en el mercado laboral y en el sistema de bienestar y pensiones. Basta pensar, de nuevo en términos de empleo, en cuántas zonas rurales estarán condenadas al abandono si esta tendencia no se invierte con fuerza en las próximas décadas. Por no hablar del papel que una Europa sin crecimiento y con una población envejecida desempeñará en la escena mundial en el umbral de los grandes retos internacionales que nos esperan.
Por todas estas razones es deseable una Europa de familias jóvenes, que considere el reto demográfico como la clave de su futuro. Debemos empezar a actuar, empezando por el gasto público en la propia natalidad, que debe considerarse al mismo nivel que cualquier otra inversión productiva. Inversiones que deberían estimularse cada vez más también a través del presupuesto europeo, con fondos vinculados a las políticas de apoyo a la familia que pondrán en marcha los distintos Estados miembros. Entonces debemos aspirar a cambiar el paradigma dentro de la comunidad, centrándonos cada vez más en una cultura «amiga del bebé», así como en la creación de programas (incluidas líneas de financiación) dirigidos a las mujeres en situación de fragilidad económica que deseen quedarse embarazadas. Por último, no podemos dar la espalda a todos aquellos ciudadanos europeos que, a una edad avanzada, necesitan políticas de apoyo. Una serie de medidas que apuntan hacia un cambio de rumbo en la cuestión de la natalidad y el envejecimiento, para apoyar un giro necesario.