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Hacia una definición del «conservadurismo»

Cultura - febrero 13, 2024

Con ese mismo título publicó Willmoore Kendall un artículo, junto con George W. Carey, en 1964(Journal of Politics, vol. II, p. 1). 26). Exactamente seis décadas después, el tema parece igual de pertinente, dado el auge de los movimientos conservadores en toda Europa; además, el aniversario parece una excelente manera de empezar el nuevo año.

El texto estaba estructurado en una introducción y cuatro partes. La introducción recuerda las diversas acepciones que suele tener el término «conservador». Por esta razón, nuestros autores evitan una definición rígida, aunque defienden que el concepto es indispensable.

La primera parte articula la situación humana básica de la que surgen por primera vez los términos conservador y conservadurismo. Los individuos y los grupos interactúan en las sociedades de forma competitiva o cooperativa, lo que requiere normas.

Con el tiempo, las normas se heredan y se consolidan. Sin embargo, el patrimonio no impide el cambio ni la innovación. Este cambio puede ser involuntario, a largo plazo, casi imperceptible. O puede ser deliberado, en cuyo caso el grupo que promueve dicho cambio se denomina actualmente «progresista», «liberal», «radical» o «modernista»; mientras que el grupo que se resiste a dicho cambio intencionado se denomina «conservador».

La segunda parte reconoce, a través de diversas dificultades, que puede existir una realidad más compleja y que de hecho ha existido a lo largo de la historia, así como en la actualidad. Por ejemplo, podría haber diferentes «conservadurismos», es decir, múltiples grupos que se oponen al cambio deliberado por diferentes razones cada uno; y algunos podrían ser de hecho más relevantes que otros dentro de una sociedad. A modo de ejemplo, podríamos reflexionar aquí sobre los conservadores cristianos, por un lado, y los conservadores judíos, por otro.

Otra dificultad puede percibirse como derivada del puro paso del tiempo. Las ideas conservadoras podrían incorporar sólo una herencia reciente, olvidando así elementos anteriores de esa herencia. Esto contribuye de nuevo a multiplicar los conservadurismos. Tanto Kendall como Carey aceptan denominar conservadoras a estas diferentes escuelas, pero el grado de aceptación del liberalismo en cada una de ellas varía claramente.

La tercera parte -la más larga de las cuatro- se centra en la política de Estados Unidos y el Reino Unido, tomando como patrón o punto de referencia el conservadurismo de Edmund Burke.

Burke describió seis puntos de oposición entre conservadores y progresistas: (i) los primeros defienden el principio de moralidad, mientras que los segundos se adhieren al principio de consentimiento; (ii) los primeros defienden el principio de jerarquía, mientras que los segundos se adhieren al principio de igualdad; (iii) los primeros defienden que no existe una doctrina general de los derechos del hombre sin un contexto político determinado y sin deberes, mientras que los segundos se adhieren a la doctrina de los derechos del hombre; (iv) los primeros defienden lo que Chesterton llamaría más tarde la «democracia de los muertos», mientras que los segundos se adhieren a la «democracia de los vivos»; (v) los primeros defienden el principio de propiedad mientras que los segundos se adhieren al principio de redistribución; y (vi) los primeros defienden el principio de la religión verdadera, mientras que los segundos se adhieren al principio del relativismo o escepticismo.

Comentando a Burke, Kendall y Carey ven el sufragio democrático como una intensificación del control sobre el gobierno.

El caso de Estados Unidos tiene sus propias especificidades. La tradición estadounidense está plasmada en tres documentos redactados por los Padres Fundadores: la Declaración de Independencia, la Constitución y el Federalist.

Sin embargo, los mismos criterios burkeanos pueden aplicarse al otro lado del Atlántico. La difusión de la autoridad y la defensa de las instituciones intermedias es una regla general válida para los conservadores, en Inglaterra, EE.UU. y en general. También lo es la resistencia al igualitarismo, así como a la libre empresa y a una menor intervención gubernamental en el orden económico, según los profesores del tándem.

Por último, la cuarta parte concluye que la división definitiva entre conservadores y progresistas es la igualdad. Por lo tanto, un avance del igualitarismo marca un cierto declive de la influencia conservadora.

Fuente de la imagen: Derecho y Libertad