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¿Libertad o seguridad? La detención de Pavel Durov

Política - agosto 29, 2024

El dilema de las plataformas digitales.

La noticia de la detención de Pavel Durov, fundador de la conocida aplicación de mensajería «Telegram», ha sido noticia en los últimos días.
El 24 de agosto, Durov fue detenido cuando regresaba de Azerbaiyán en un aeropuerto secundario, Le Bouge, acusado de no haber moderado adecuadamente los contenidos y de no colaborar con las fuerzas del orden en la lucha contra actividades ilegales, como el tráfico de drogas y el fraude.
La República Francesa acusa al joven magnate ruso de ser cómplice de las actividades ilegales, de pornografía infantil y terroristas que tienen lugar en su plataforma.
La complicidad se debe a que Telegram, por su naturaleza, está encriptado y no puede someterse a controles.
Sin embargo, muchos juristas cuestionan la validez de estas acusaciones, basándose en lo que podríamos decir que es el mantra de la justicia moderna: «La responsabilidad penal es personal».
Por tanto, no sería correcto responsabilizar al administrador del comportamiento de los usuarios.
Nacido en San Petersburgo y criado en Turín, vivía desde hacía años en los Emiratos Árabes Unidos, donde se encuentra la sede de Telegram, valorada en 30.000 millones.
La detención de Durov ha suscitado no pocas polémicas sobre la ya debatida libertad de expresión, un tema que siempre ha estado presente cuando se habla de redes sociales.
El primero que se ha puesto del lado de Durov ha sido su colega Elon Musk, también a menudo en el punto de mira, que en su X social escribe una sola palabra «liberté, liberté, liberté».
Se cree que está directamente relacionado con X y Telegram, por lo que Elon Musk habría recibido una advertencia a la moderación por parte del comisario francés Breton, mientras que la detención de Durov se habría producido al mismo tiempo.
El hashtag #FreePavel se hizo viral en las redes sociales en pocas horas, poniendo de manifiesto la creciente movilización en favor de Durov y la defensa de la libertad de expresión.
En los últimos años, la app ha corrido el riesgo de ser cerrada varias veces: en 2022, los alemanes se movilizaron por un supuesto golpe de Estado organizado a través de mensajes, en 2023 Brasil por una amenaza neonazi, y por último España el pasado marzo por violación de la propiedad intelectual.
La propia Rusia, patria del empresario, amenazó con bloquear la aplicación en 2018 por negarse a proporcionar al gobierno las claves para desencriptar a los grupos de oposición creados en su seno.
El temor general es que el suceso de Durov cree un precedente: si él es culpable, entonces todos los responsables de plataformas sociales deben ser considerados culpables, desde el más «limpio» Mark Zuckerberg hasta el más polémico Elon Musk.
Los políticos de derechas parecen estar del lado de Durov, el eurodiputado italiano Carlo Fidanza (FDI, ECR) escribe en las redes sociales que las detenciones deben estar siempre bien justificadas si hablamos de democracia liberal, la libertad de expresión está siendo atacada y no debemos bajar la guardia.
Contrasta la postura de los partidos de izquierda que se centran en la necesidad de una regulación más eficaz de las plataformas digitales en la gestión de las actividades ilícitas: Por tanto, Durov debería responder a las acusaciones que se le imputan, dada la excesiva facilidad con la que se han llevado a cabo actividades delictivas dentro de su aplicación. El asunto Telegram también abre otros dos escenarios significativos: el primero concierne a las redes VPN, que permiten navegar desde una IP distinta de aquella a la que uno está realmente conectado a Internet, permitiendo así en algunos casos importantes ataques de hackers, y sin embargo nadie ha soñado (todavía) con poner coto a aplicaciones como Proton o NordVPN; el segundo concierne a las nuevas técnicas de inteligencia, que si detienen las investigaciones sobre terroristas o redes de pornografía infantil por no disponer de los códigos para desencriptar mensajes, probablemente deban revisar por completo su función de trabajo.
En conclusión, la detención de Pavel Durov representa un importante punto de inflexión en el debate sobre la libertad de expresión, la responsabilidad de las plataformas digitales y la regulación de la ciberseguridad en Europa.
Las repercusiones de este suceso podrían afectar no sólo al futuro de Telegram, sino también al panorama de las comunicaciones digitales en general.
En Francia, representa un caso histórico que plantea cuestiones cruciales sobre la libertad de expresión y la responsabilidad de las plataformas digitales.
La tensión entre la necesidad de garantizar la seguridad pública y el derecho a la libertad de expresión es más relevante que nunca.
A medida que se desarrolle el caso Durov, será crucial seguir de cerca la reacción mundial y las implicaciones jurídicas que se derivarán, no sólo para Telegram, sino para el futuro de las comunicaciones digitales en todo el mundo.

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