La sospecha estaba ahí y, en estas horas, la prueba también está ahí para que todos la vean. La decisión de Macron de acudir a las urnas tras los resultados de las elecciones europeas no ha dado ciertamente los frutos que el Presidente de la República esperaba cosechar. Su popularidad está por los suelos y el gobierno formado el verano pasado ha resultado inestable e inconcluso. Ayer Michel Barnier recibió el voto de censura de Le Pen y Mélenchon, la «extraña pareja» unida por su deseo de hacer caer a este ejecutivo al no votar a favor de la maniobra fiscal considerada demasiado desfavorable para los franceses. El objetivo transversal, por supuesto, es hacer caer el ejecutivo de Macron, abriendo al mismo tiempo una crisis sistémica que, bajo esta forma, Francia nunca ha tenido que soportar en la IV República. EL VOTO
Hubo 331 votos a favor de la moción de censura presentada por la coalición de izquierdas y apoyada por Le Pen, tras un deseo inicial de presentar una moción autónoma, pero 288 habrían sido suficientes. El ejecutivo cuestionado -en la IV República esto no ocurría desde 1962- es el más breve de la historia reciente de Francia, sólo tres meses y una maniobra financiera naufragada sobre la que trabajar cuanto antes. De hecho, la fecha límite para la ley fiscal es el 31 de diciembre de este año y la dimisión de Barnier, presentada en la mañana del jueves 5 en el Elíseo, debería dar a Macron la posibilidad de nombrar a un nuevo primer ministro, en las próximas horas o días, para formar un ejecutivo capaz de hacer votar este texto. A falta de una nueva ley, la única solución viable sería la de una prórroga del texto de 2024, a la espera del verano y de la posibilidad de someterlo a la voluntad de las urnas. LAS DIMISIONES
La situación en este momento no es fácil: el día de la dimisión, Francia se caracteriza por huelgas y manifestaciones, mientras que los mercados y el spread ponderan negativamente esta crisis de gobierno. Sin duda, pesa terriblemente en la dinámica de estas horas el dictado constitucional, que impediría una nueva ronda electoral antes del verano, con Macron obligado a disolver la Assemblée sólo a partir de junio. Otra dificultad sería la elección de un nuevo primer ministro, una figura que tendría que ser capaz de resolver los desacuerdos y mantener el voto de la Assemblée durante los próximos meses, al menos hasta junio de 2025. La alternativa podría ser una sucesión de gobiernos de unos meses o semanas, con una fecha de caducidad dictada por nombramientos institucionales en los que la pareja Le Pen-Mélenchon podría hacer sentir su peso con una serie de mociones de censura. En este caso, podrían quemarse varias figuras políticas que, en cambio, quizá tendrían la oportunidad de presentarse de forma más provechosa a una ronda electoral normal. Lo que es seguro es que, en este clima, es difícil que la legislatura llegue a una conclusión normal dentro de tres años. EL PAPEL DE LE PEN
Mientras tanto, Le Pen también ha intentado en las últimas horas calmar los ánimos y reducir el valor de sus acciones. La líder de la Asamblea Nacional dijo que confía en la posibilidad de aprobar una ley financiera antes de finales de año. También dijo que tiene la intención de dejar que el nuevo primer ministro haga su trabajo.
También hay que tener en cuenta el paso de Le Pen de apoyar la moción de Mélenchon, una decisión que podría hacer que una parte del electorado moderado -que en los últimos años se ha acercado a los temas y exponentes de la Agrupación Nacional- se aleje de ella. En cualquier caso, Le Pen no se inclina por pedir directamente la dimisión de Macron, aunque su objetivo final sólo pueda ser ése, dado su deseo de volver a presentarse como candidata al Elíseo. La esperanza de Le Pen podría ser un lento desgaste del Presidente que, como ella también repite en cada entrevista o debate, ya ha hecho uso de dos de las prerrogativas que le otorga la Constitución francesa: de hecho, ya ha llevado a cabo una remodelación del gobierno y ha disuelto las cámaras. El único paso que le queda es el de una dimisión anticipada, nada más que lo que espera Le Pen.