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El Futurismo a la vista: La vanguardia italiana que redefinió el arte y la modernidad

Cultura - enero 6, 2025

Nada de peleas a puñetazos en las escaleras de la Galería Nacional de Arte Moderno antes de entrar, ni de polibibitas para dar la bienvenida a los invitados, como se preveía en el «Manifiesto de la Cocina Futurista» escrito en 1932. «El Tiempo del Futurismo» no es estrictamente una exposición futurista, sino una muestra de 350 obras -entre pinturas, esculturas, proyectos, películas y dibujos- que ofrecen un profundo conocimiento de lo que fue realmente la primera vanguardia italiana del siglo XX. La exposición, que se inauguró a principios de diciembre y estará abierta hasta el 28 de febrero, contó con el firme apoyo del anterior Ministro de Cultura italiano, Gennaro Sangiuliano, y con el impulso del actual Ministro, Alessandro Giuli. Destaca el importante papel de Italia en la configuración de los movimientos de vanguardia mundiales a través del Futurismo. Una oportunidad ineludible para que cualquiera que visite la capital italiana descubra quiénes fueron los futuristas, qué consiguieron y cómo sus ideas siguen inspirando visiones creativas en la actualidad. «La exposición celebra el impacto innovador del movimiento futurista en Italia y en toda Europa. Esta muestra», afirma Federico Mollicone, Presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, «hará historia por el gran número de obras y de prestadores internacionales. Con el Futurismo, el arte se hace total, se libera de los confines del lienzo para entrar en la vida cotidiana y cruzarse con un mundo en el que ‘todo se mueve, todo corre, todo cambia rápidamente'». El viaje comienza con la portada del periódico francés Le Figaro, donde, el 20 de febrero de 1909, se publicó el manifiesto del movimiento bajo el título «Le Futurisme». Marinetti consiguió su publicación con astucia: se enamoró -o más bien fingió enamorarse- de la hija del copropietario del periódico, un rico egipcio. Los once puntos del manifiesto exaltan el amor al peligro, la rebelión como elemento esencial de la poesía, e incluyen ideas más controvertidas, como el desprecio por las mujeres. Estas páginas dan prioridad al coche de carreras sobre la Victoria Alada de Samotracia. Velocidad, velocidad, velocidad se convierte en sinónimo de futuro, con el objetivo de destruir museos, bibliotecas y academias, que se consideran símbolos del pasado. Apropiadamente, junto al manifiesto, en la misma sala, hay un Maserati rojo fuego, símbolo por excelencia de la fase inicial del movimiento. Pero la exposición va más allá de los manifiestos para explicar la esencia del Futurismo. Se trata sobre todo de imágenes y pinturas. La lámpara de arco» de Giacomo Balla rinde homenaje al manifiesto «Matemos la luz de la luna»: una farola que ilumina la noche con más intensidad que la propia luna. Los visitantes también pueden admirar el retrato de Marinetti, titulado «Soleil», creado por la artista futurista Rougena Zatkova, y un homenaje a Marconi con sus inventos, símbolo del deseo de transformar la vida cotidiana humana. «Muchos literatos de la época miraban hacia otro lado, relegando la industrialización a un segundo plano, mientras que los futuristas -explica Mollicone- fueron los únicos que captaron ese momento epocal. Hoy, siguiendo su ejemplo, y a la luz de la cuarta revolución -la digital- debemos afrontar nuevos retos para gestionarlos y convertirlos en un recurso para la humanidad y el futuro.» El GNAM se transforma en un hangar que alberga un gran hidroavión rojo y 350 obras de todo el mundo.

Entre los cuadros que evocan el cielo y el heroísmo, destaca «Antes de que se abra el paracaídas», de Tullio Crali. Junto a artistas célebres como Giacomo Balla y Umberto Boccioni, se redescubren figuras menos conocidas como Fortunato Depero. Los manifiestos literarios se mezclan con las pinturas, el progreso se entrelaza con la conservación, y la publicidad se convierte en un medio de penetración social. «Inventaremos juntos lo que yo llamo imaginación inalámbrica […] Para lograrlo, hay que renunciar a ser comprendido. Ser comprendido es innecesario. Al fin y al cabo, ya hemos prescindido de ello…», escribió Marinetti. Y tenía razón. Los futuristas renunciaron a ser comprendidos, pero nunca dejaron de ser recordados. Su legado, lleno de contradicciones y genialidad, sigue siendo fundamental en los debates sobre la modernidad y la naturaleza siempre cambiante del arte.