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El futuro constitucional de Irlanda

Legal - enero 19, 2025

Los conflictos, debates y acuerdos sobre el futuro constitucional de la isla de Irlanda han sido una característica constante y definitoria del discurso político irlandés y británico durante la mayor parte del siglo pasado. Estos debates han configurado no sólo la política interna de la isla, sino también la relación más amplia entre Irlanda, el Reino Unido y, en décadas más recientes, la Unión Europea. Sin embargo, las cuestiones relativas al estatuto constitucional de Irlanda del Norte han resurgido con especial fuerza tras la decisión mayoritaria del pueblo del Reino Unido de retirarse de la Unión Europea como resultado del referéndum sobre el Brexit celebrado en 2016. Esta decisión, con sus profundas consecuencias geopolíticas, reactivó viejas tensiones al tiempo que introducía nuevos retos de gran complejidad. Es una decisión que ha seguido reverberando en el panorama político y social, tanto en la isla de Irlanda como fuera de ella. De hecho, está ampliamente aceptado en Irlanda, así como entre los observadores internacionales, que el Brexit, junto con los crecientes cambios demográficos y un panorama político cambiante a ambos lados de la frontera, ha creado una renovada sensación de urgencia en torno a la cuestión del cambio constitucional. Esta sensación de urgencia no es meramente teórica o especulativa; está profundamente arraigada en las realidades cambiantes de la gobernanza, la identidad y la pertenencia nacional que el Brexit ha puesto al descubierto. La urgencia de estas cuestiones se puso dramáticamente de relieve en Irlanda, el Reino Unido y la Unión Europea en general, cuando se hizo cada vez más evidente que el resultado del referéndum sobre el Brexit conduciría a una situación en la que los logros del «Acuerdo de Belfast» de 1998, más comúnmente conocido como Acuerdo del Viernes Santo (Good Friday Agreement, GFA), conseguidos con tanto esfuerzo, corrían el riesgo de verse socavados. Estos logros, conseguidos tras décadas de arduas negociaciones y sacrificios, se veían especialmente amenazados por la perspectiva de una denominada «frontera dura» que separara las dos jurisdicciones de la isla de Irlanda. Para muchos, esta posibilidad era algo más que un reto logístico o técnico; simbolizaba una posible regresión a una época de profunda división y conflicto. El Acuerdo del Viernes Santo, firmado en 1998 tras tres décadas de despiadado y sangriento conflicto en la isla, representa un logro histórico en la resolución de conflictos y la gobernanza democrática. Se basa en una serie de principios clave, como la «paridad de estima» entre las comunidades nacionalista y unionista, y el «principio de consentimiento», que sustenta las respectivas reivindicaciones y estatus constitucionales de Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Estos principios siguen siendo tan relevantes y vitales hoy como lo eran en el momento de la firma del Acuerdo, y sirven de marco rector para la paz y la cooperación en la isla. En el núcleo del Acuerdo se encuentra el reconocimiento de la legitimidad de cualquier opción libremente ejercida por la mayoría del pueblo de Irlanda del Norte respecto a su estatus constitucional. Esto incluye la posibilidad de un cambio de dicho estatus en caso de que una mayoría tanto en el Norte como en el Sur de Irlanda decida, mediante referéndum, optar por una Irlanda unida. Estas disposiciones fueron aceptadas por abrumadora mayoría en mayo de 1998, cuando la población de la isla de Irlanda, tanto del Norte como del Sur, votó a favor del Acuerdo del Viernes Santo en un referéndum histórico. El acuerdo obtuvo mayorías del 71% y el 94% de votos afirmativos en Irlanda del Norte y la República de Irlanda, respectivamente.

Esto también exigió revisiones significativas y simbólicas de los artículos 2 y 3 de la Constitución irlandesa, que reflejan una nueva era de consentimiento mutuo y cooperación. Antes de su modificación en 1998, el artículo 2 de la Constitución irlandesa establecía que «El territorio nacional está formado por toda la isla de Irlanda, sus islas y los mares territoriales». Mientras tanto, el Artículo 3 establecía una clara reivindicación territorial de toda la isla: «Hasta la reintegración del territorio nacional, y sin perjuicio del derecho del parlamento y del gobierno establecidos por esta Constitución a ejercer su jurisdicción sobre todo el territorio, las leyes promulgadas por el parlamento tendrán el mismo ámbito y extensión de aplicación que las leyes del Saorstát Éireann y el mismo efecto extraterritorial.» Tras el referéndum, estos artículos se modificaron para reflejar un enfoque más inclusivo y basado en el consentimiento. En el Acuerdo también se preveían instituciones con poderes ejecutivos y funciones compartidas entre las dos jurisdicciones, lo que reforzaba el espíritu de cooperación y toma de decisiones conjunta que sustenta el proceso de paz. Sobre la cuestión concreta de cómo el resultado del referéndum del Brexit amenazaba con afectar al Acuerdo del Viernes Santo, el Departamento de Política de Derechos de los Ciudadanos y Asuntos Constitucionales de la UE proporcionó un análisis perspicaz y detallado. Este análisis destacaba cómo la pertenencia a la UE del Reino Unido e Irlanda proporcionó un contexto esencial para la concepción y aplicación del Acuerdo del Viernes Santo. Destacaba cómo la retirada del Reino Unido de la UE comprometía ese contexto compartido, socavando así tanto el propio Acuerdo como su aplicación efectiva. Además, el análisis subrayaba que la decisión del gobierno británico de abandonar la unión aduanera y el mercado único de la UE hacía casi inevitable el endurecimiento de la frontera irlandesa. Tal acontecimiento, aunque aparentemente de naturaleza técnica, conllevaba profundas implicaciones simbólicas y psicológicas para muchos, y representaba un importante paso atrás en el proceso de paz. También supuso una amenaza tangible para la integridad del Acuerdo, ya que la divergencia entre el Reino Unido e Irlanda en ámbitos como la legislación, el comercio, la seguridad, los derechos, las políticas y la política se convirtió en una preocupación cada vez mayor. Estas conclusiones se repitieron en un informe de investigación de 2019 titulado «Irlanda del Norte vuelve a la violencia como resultado de una frontera dura o de un sondeo apresurado de la frontera: riesgo para la juventud», del que es autor el senador irlandés Mark Daly, junto con los coautores, el profesor Pat Dolan y el profesor Mark Brennan. El informe subrayaba los riesgos de desestabilización, especialmente entre los jóvenes, si se socavaba el proceso de paz. Afortunadamente, las intensas negociaciones condujeron al acuerdo Marco de Windsor de febrero de 2023 entre la Comisión Europea y el gobierno del Reino Unido. Este Marco constituye un conjunto exhaustivo de soluciones destinadas a abordar cuestiones específicas, salvaguardar el Acuerdo de Viernes Santo y garantizar que se escuchen mejor las voces de la población de Irlanda del Norte. A pesar de estas soluciones, la cuestión del futuro constitucional de Irlanda dista mucho de estar resuelta. Desde el referéndum sobre el Brexit se han intensificado las peticiones de una «consulta fronteriza» -un referéndum sobre la reunificación irlandesa-, lo que refleja el creciente interés y la urgencia que rodean a esta cuestión. La Ley de Irlanda del Norte de 1998, que dio efecto legislativo al Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte, prevé la celebración de un referéndum fronterizo.

Establece que el consentimiento para una Irlanda unida debe darse «libre y simultáneamente» tanto en el Norte como en el Sur de la isla de Irlanda. Sin embargo, la decisión de convocar dicha encuesta corresponde en última instancia al Secretario de Estado para Irlanda del Norte, que debe estar convencido de que es probable que una mayoría en Irlanda del Norte apoye la reunificación. El profesor Jon Tonge, de la Universidad de Liverpool, ha analizado las encuestas de opinión realizadas en Irlanda del Norte desde el referéndum del Brexit. De 12 encuestas, sólo tres mostraron más encuestados a favor de una Irlanda unida que en contra. Esto pone de manifiesto las complejidades e incertidumbres que rodean el momento y la probabilidad de una consulta sobre la frontera. Mientras tanto, el gobierno irlandés ha reafirmado su compromiso con los principios del Acuerdo del Viernes Santo, declarándose dispuesto a respetar el resultado de cualquier referéndum futuro que se celebre conforme a los términos del Acuerdo. Es evidente que el futuro constitucional de la isla de Irlanda sigue siendo un tema de intenso debate, sustentado en décadas de historia, lucha y progreso. Mantener la unidad y el espíritu de cooperación del Acuerdo del Viernes Santo es fundamental para garantizar que este debate se desarrolle pacífica y democráticamente, evitando volver a la inestabilidad del pasado.