Las elecciones al Bundestag alemán representan siempre un punto de inflexión para todo el continente europeo. Si en las próximas consultas prevaleciera una alianza, explícita o implícita, entre la CDU de Friedrich Merz y la AfD, el impacto sobre las políticas migratorias alemana y de la UE sería significativo y potencialmente revolucionario.
Represión de las políticas migratorias en Alemania
Alemania ha experimentado, a partir de 2015, una política de inmigración caracterizada por aperturas significativas, especialmente bajo el liderazgo de Angela Merkel. Sin embargo, el creciente descontento popular con los efectos de la inmigración masiva -desde el aumento de la delincuencia hasta la presión sobre los servicios públicos- ha empujado el debate hacia una mayor restricción. Friedrich Merz ha criticado repetidamente las políticas migratorias permisivas, abogando por una vuelta al principio de selectividad y una regulación estricta de la entrada. La CDU, bajo su liderazgo, ya ha adoptado una retórica más dura, situando el concepto de «integración condicional» y una política de retorno más eficaz para los inmigrantes irregulares en el centro de su propuesta. Por otra parte, la AfD está impulsando medidas aún más radicales: cierre de fronteras, retirada de los acuerdos europeos sobre la redistribución de los inmigrantes, e incluso la posibilidad de un referéndum para salirse de determinadas políticas comunes de inmigración de la UE. Si la AfD entrara en un gobierno de coalición o tuviera una influencia parlamentaria significativa, Alemania podría adoptar una línea mucho más cercana a la de países como la Hungría de Viktor Orbán.
Los cinco puntos de Merz sobre las políticas de migración
Recientemente, Friedrich Merz presentó un programa de cinco puntos para la gestión de la inmigración en Alemania y, más en general, a escala europea. He aquí un resumen: 1. Selección de la inmigración en función de las cualificaciones: Merz propone un modelo inspirado en parte en el sistema de puntos canadiense, en el que la entrada de nuevos inmigrantes se hace depender de los requisitos educativos y profesionales, dando prioridad a los perfiles altamente cualificados. 2. Refuerzo de los controles fronterizos: Según Merz, Alemania debería intensificar sus controles fronterizos, también en cooperación con otros Estados de la UE, para reducir la entrada irregular. Para ello, sería necesaria una mayor cooperación con Frontex y un aumento del personal dedicado. 3. Procedimientos de asilo más rápidos: Merz aboga por acelerar el proceso de evaluación de las solicitudes de asilo, reduciendo la burocracia y evitando largos periodos de incertidumbre para los inmigrantes y las autoridades. Se trata de distinguir rápidamente quién tiene derecho a protección y quién no. 4. Repatriación más eficaz: Una de las piedras angulares del programa es la adopción de instrumentos jurídicos más estrictos para deportar rápidamente a quienes no tienen derecho a permanecer en Alemania, especialmente si están implicados en actividades delictivas. Esto implica acuerdos bilaterales más vinculantes con los países de origen y una mayor cooperación diplomática. 5. Integración sobre una base contractual: el concepto de «integración condicional» propuesto por Merz prevé un pacto entre el Estado y el inmigrante, en el que se definan obligaciones lingüísticas, laborales y de comportamiento, so pena de revocación de los permisos. La idea es combinar derechos y deberes, fomentando una inclusión más consciente en la sociedad alemana.
Efectos a nivel europeo y el posible eje con el gobierno Meloni
Alemania ha sido históricamente el principal motor de las políticas migratorias europeas, actuando a menudo como pivote para la recepción y redistribución de inmigrantes entre los distintos Estados miembros. Por tanto, un cambio de rumbo en Berlín tendría repercusiones inmediatas en la dinámica de la UE. Un gobierno alemán con un fuerte sesgo conservador podría – Impulsar la revisión del Pacto de Migración y Asilo aprobado en 2023, haciendo más complejos los mecanismos de redistribución de los migrantes y allanando el camino a más posibilidades de rechazos y devoluciones. – Apoyar la militarización de las fronteras exteriores de la UE, fomentando el refuerzo de la agencia Frontex y aumentando los acuerdos con terceros países para detener los flujos migratorios antes de que lleguen a Europa. – Redefinir el papel de Italia y de los demás países mediterráneos, que podrían encontrarse con un mayor peso en la gestión de los flujos migratorios si Alemania redujera su cuota de reubicación. En este contexto, podría surgir un eje con el gobierno de Giorgia Meloni en Italia, que siempre ha mantenido una línea dura respecto a la inmigración, especialmente en lo que se refiere a la defensa de las fronteras marítimas. Una alianza entre Roma y Berlín sobre políticas más restrictivas podría cambiar el equilibrio de poder en el Consejo Europeo, con posibles repercusiones también en las políticas presupuestarias relacionadas con la gestión de los inmigrantes y los futuros acuerdos de reubicación. Un gobierno CDU-AfD no pasaría sin resistencia. Por un lado, los sectores progresistas de la política alemana y parte de la sociedad civil se opondrían a un giro tan brusco respecto a la era Merkel, con posibles manifestaciones y protestas. Por otro lado, la Comisión Europea y algunos Estados miembros, como Francia y España, podrían intentar frenar la influencia alemana en este expediente tratando de mantener un enfoque más integrador. Sin embargo, una Alemania más restrictiva podría favorecer la aparición de un frente común con países de Europa Central y Oriental, como Hungría, Polonia y la República Checa, consolidando un bloque euroescéptico en cuestiones de migración. Esto podría aumentar las tensiones internas de la UE y poner aún más a prueba la resistencia de la Unión. Si la CDU y la AfD de Merz se imponen en las próximas elecciones al Bundestag, Alemania podría dar un brusco giro a sus políticas migratorias, influyendo decisivamente en el rumbo de la UE. El programa de cinco puntos de Merz y la posible convergencia con gobiernos de derechas de otros países, como el gobierno italiano de Giorgia Meloni, podrían remodelar la gestión de los flujos migratorios sobre una base más restrictiva, centrándose en controles fronterizos estrictos, cuotas de reubicación más bajas y procedimientos de repatriación más rápidos. En tal escenario, la UE se enfrentaría a nuevas tensiones internas, con un claro contraste entre los Estados miembros más proclives a la acogida y los más proclives al cierre. La verdadera incógnita será si este cambio conseguirá mejorar la eficacia del sistema migratorio y tranquilizar a los electorados nacionales, o si por el contrario exacerbará aún más las divisiones ya existentes en el continente.