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Ucrania en la UE, entre ilusiones y esperanzas

Construir una Europa conservadora - febrero 19, 2025

La falsa concesión de Putin pone en apuros a toda Europa

La hipótesis de la adhesión de Ucrania a la Unión Europea con la aprobación de Vladímir Putin suena a burla. El dirigente ruso estaría dispuesto a aceptar esta hipótesis como parte de un acuerdo de tregua, pero tras esta aparente concesión se esconde una estrategia mucho más compleja e insidiosa.

Si Putin estuviera realmente dispuesto a aceptar la entrada de Ucrania en la UE, sin duda no lo haría porque reconozca el derecho de Kiev a un futuro europeo, sino porque considera a la Unión Europea un gigante económico sin músculo militar. Rusia no teme una UE incapaz de defenderse autónomamente y fragmentada por divisiones internas. En otras palabras, esta concesión no es un signo de debilidad, sino un cálculo estratégico que podría volverse en contra de la propia Europa.

El contexto en el que surge esta propuesta ya es significativo de por sí. Las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia en Riad marcan un importante punto de inflexión: tras años de aislamiento, Putin ha vuelto a ser un interlocutor legítimo en la escena diplomática. En este escenario, Europa parece relegada a los márgenes, incapaz de determinar el curso de los acontecimientos. El hecho de que los estadounidenses hayan iniciado un diálogo directo con Moscú, pasando por alto a Kiev y a las instituciones europeas, es en sí mismo una señal preocupante.

La idea de que Ucrania puede adherirse a la Unión Europea sin una protección militar adecuada es una ilusión peligrosa. La reciente conferencia de París, convocada por Macron, mostró lo dividida que está Europa en materia de seguridad. Mientras que el Reino Unido se ha mostrado dispuesto a enviar tropas para garantizar una tregua, Alemania se ha mostrado reacia. Este contraste demuestra que la UE no tiene una estrategia unificada para hacer frente a la amenaza rusa y que Putin es muy consciente de estas fragilidades.

Además de las cuestiones geopolíticas, la adhesión de Ucrania a la UE representaría una enorme carga económica. El país, devastado por la guerra, necesitaría enormes inversiones para la reconstrucción y se convertiría en el miembro más pobre de la Unión, beneficiándose de transferencias masivas de recursos. Esto pesaría sobre las ya frágiles economías de países como Italia, España y Portugal, además de crear tensiones con los agricultores franceses y las naciones de Europa del Este. El resultado sería un mayor crecimiento del euroescepticismo y años de estancamiento político.

Otro elemento clave es el cambio en la política estadounidense bajo la presidencia de Trump. La administración estadounidense considera que la defensa de Europa es una responsabilidad que la UE debe asumir sola. La visita del vicepresidente JD Vance a la Conferencia de Seguridad de Múnich confirmó esta línea: Washington no pretende garantizar una protección incondicional y espera que los europeos inviertan más en su propia seguridad. Este cambio de perspectiva podría marcar el fin de la alianza transatlántica tal como la conocemos. Si Europa no es capaz de reforzarse militarmente y actuar de forma más cohesionada, corre el riesgo de quedar expuesta a nuevas agresiones rusas sin el tradicional paraguas protector estadounidense.

La aparente apertura de Putin a la entrada de Ucrania en la UE no es una concesión, sino un movimiento táctico que podría debilitar aún más a Europa. La Unión se enfrenta a una elección crucial: reforzar su capacidad de defensa y actuar con mayor unidad o seguir siendo víctima de sus divisiones, aceptando una creciente irrelevancia en la escena mundial. La decisión de acoger a Ucrania debe ir acompañada de una estrategia clara y ambiciosa, capaz de transformar una carga potencial en una oportunidad para que todo el continente se relance. Sólo una Europa más fuerte, económica y militarmente, podrá afrontar los retos del futuro sin ser explotada por Moscú y sin depender de las políticas cambiantes de Estados Unidos. El momento de decidir es ahora y cuanto más tiempo pase, menos margen de diálogo habrá entre las partes implicadas. Las potencias mundiales implicadas en los acuerdos tendrán que aceptar compromisos en relación con las ventajas que se temen para ellas.

 

Alessandro Fiorentino